Es de aspecto menudo, casi frágil, Luisa Etxenike. Sin embargo la mirada traviesa, de una curiosidad hambrienta, que recorre todo y a todos, la traiciona. Nos deja ver, detrás de la intelectual de pelo gris y curriculum importante, a la joven fuerte y determinada, a la escritora ávida de absorber hasta el mínimo detalle del mundo a su alrededor, a la mujer dispuesta a sumergirse en la vida sin permitir que se le escurra entre los dedos.
Luisa Etxenike es la invitada de uno de los encuentros culturales que organizan todos los meses, en la Universidad neoyorquina CUNY, los escritores Alejandro Varderi y Nora Glickman, editores de la revista literaria Enclave. Llega con su último poemario, El arte de la pesca traducido al inglés con el título The Art of Fishing.
En el salón de CUNY el aire se pone denso cuando la escritora en español y Varderi en inglés comienzan a leer algunos versos del poemario. Las palabras, pocas, los silencios, profundos, elocuentes, cuentan una historia de violencia desgarradora. Son pinceladas que susurran lo que no se puede gritar, que encierran, como paredes de casa con apariencia de hogar, que engañan como lo hace el cariño que mimetiza el abuso. Un niño y un pez, una extraña solidaridad; el pez que agoniza silencioso mientras, en igual silencio, agoniza la infancia.
La violencia es uno de los temas recurrentes de la narrativa de Luisa Etxenike.
– Cuando vives en una atmósfera de violencia, como la que vivimos en el País vasco a raíz antes de la dictadura de Franco y luego del terrorismo etarra, estás constantemente en contacto con el sufrimiento, la oscuridad, la negación y la ocultación. El miedo acalla. Para poder hablar literariamente sobre la violencia, he tenido que hacer un aprendizaje a través de otras miradas. Fui también durante un tiempo abogada, y el Derecho me ha permitido conocer el mundo del delito, y he trabajado muchos años en prensa, primero como columnista de El Mundo y luego, durante más de 15 años de El País. Experiencias que, de algún modo, han exacerbado mi atención hacia ciertos temas. He escrito mucho sobre violencia de género. Yo lo llamo terrorismo de género porque la violencia íntima, la que sucede en las casas, también es una violencia pública, tiene una dimensión política. Cuando hablamos de un acto terrorista en el cual mueren muchas personas y de un hombre que mata a hachazos a su mujer, creo que estamos hablando de la misma violencia. Muchos de mis protagonistas son muy jóvenes, pertenecen a esa edad en la que desaparece el mundo de la infancia y comienza otro. Viven momentos pliegue. La violencia contra los menores coloca la interrogación sobre la naturaleza humana en un punto máximo. Es lo más inconcebible de lo inconcebible. Ivan Karamazov afirma que no puede haber un dios que permita el sufrimiento de un niño y recuerdo una canción de Mercedes Sosa que recita “es honra de los hombres proteger lo que crece”. La violencia contra los niños en el ámbito familiar, en esas estructuras tan burguesas como las que refleja mi libro, exacerba los tapujos sociales: el callar, el ocultar, la hipocresía. La infancia, la protección, el abandono de los menores se han vuelto elementos centrales de nuestras sociedades.
Fuente: www.viceversa-mag.com
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