En Europa y en España nos ha encantado desde siempre mirar con recelo a los norteamericanos pacatos en cuestiones de literatura infantil. Además de los comentarios en off de muchos ilustradores a los que han obligado a vestir sus personajes o a ponerlos en actitudes inequívocamente correctas, se cuentan por decenas los artículos que hablan de ridículas censuras y en congresos y otros lugares se cita constantemente cómo Huckleberry Finn es prohibido en escuelas por argumentos que no tienen nada que ver con la literatura; se describe cómo Sendak fue censurado por publicar a un niño desnudo; se denuncia a Harry Potter por inducir a la brujería y a Roald Dahl por incitar al consumo de drogas. Que un libro de poemas de Shel Silverstein que contiene un poema titulado Cómo no lavar los platos lleve a algunos a pensar que los niños van a romper los platos de su casa significa trasgredir una fina línea: la de la lectura de la literatura como si fuera un manual de uso de vida. Prohibir estos libros sería como prohibir a Supermán porque los niños van a lanzarse por la ventana con una toalla colgada como capa. Todas estas censuras y presiones sobre los libros tienen un nombre: lo políticamente correcto. Aunque la política nos pueda parecer alejada de la literatura infantil, sus prácticas ya han venido para quedarse. Políticamente correcto quiere decir que se cuida el lenguaje al máximo para no ofender a grupos religiosos, sociales o culturales. Es decir, a casi todo el mundo.
En los últimos tiempos asistimos a una revitalización de la imagen de la mujer. Que conste que no tengo nada en contra de los cientos de libros que están apareciendo para rescatar la imagen de mujeres en la historia. Aunque todos repitan autoras y, de alguna manera, idealicen la vida de muchas de ellas dejando a un lado asuntos polémicos, es una estupenda labor que merece ser analizada con cuidado. Esta moda, además, ha caído en un sector mayoritariamente femenino (basta con asomarse a cualquier curso, congreso o convención sobre literatura infantil o pedagogía), que lo ha recibido con las manos abiertas y, en cierta manera, ha propiciado la moda. CONTINUAR LEYENDO EN EL BLOG DE ANA TARAMBANA
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