jueves, 12 de abril de 2018

María Teresa Andruetto: “Construir una sociedad lectora debería ser una política de Estado”. Por Luciano Saliche (Infobae Cultura)


“Si antes el problema era cómo acceder (a la lectura), hoy es cómo seleccionar y cómo tener una relación no tóxica con la hiperinformación”


Ingresar al mundo de la LIJ (literatura infantil y juvenil) es una experiencia que te envuelve. No sólo por el tono amable de sus libros, incluso por momentos pedagógicos, sino más bien por la intención de explorar la imaginería a más no poder, de hacer de la lectura un viaje de iniciación hacia un infinito de posibilidades. Durante años, la LIJ fue tratada como un género menor, con minúscula, como un subtítulo facilón dentro de la literatura. Hoy, que ya goza de buena salud y que sus autores proliferan en un mercado que se eleva y se ensancha, es pertinente preguntarse sobre sus aptitudes, sus especificidades y sus aportes.

María Teresa Andruetto es una de esas escritoras inclasificables que siempre va adelante de la etiqueta. No sólo ha trabajado con la literatura para chicos —por nombrar algunos libros: Stefano, Trenes y Veladuras—, también con la de adultos. Su producción pasa por la narrativa, la dramaturgia, la poesía y el ensayo. Cuenta con el prestigioso Premio Hans Christian Andersen de Literatura Infantil y Juvenil, que lo obtuvo en 2012, y este año está entre los candidatos para quedarse con el otro gran premio de LIJ, el Astrid Lindgren. Ahora, en este breve pero fructífero diálogo, minutos antes de dar su conferencia titulada "Los cambios sociales y culturales desde la ficción", se refiere a la importancia de apostar a la construcción de una sociedad lectora.

¿Por qué es tan importante estimular la lectura en los más chicos?

— La lectura tiene un lugar muy importante en la formación de una persona y dentro de la escuela, como sistema. También en el sentido de que la literatura, aún los textos sencillos y si son efectivamente literarios, es decir, si hay ahí un trabajo de lenguaje que lleve a la ambivalencia, a la plurisignificación… la literatura es un discurso complejo, más complejo que otros discursos. Entonces quien aprende a entrar a ese universo es alguien que está habilitado a leer otros tipos de textos. Y por otro lado, ese encuentro con el libro invita a un repliegue, al encuentro con uno mismo y un desarrollo de la autopercepción y de la percepción del otro que no sólo es muy rico, es un modo de resistencia al aplanamiento, al lenguaje único. Entonces ahí encontramos otra riqueza muy grande.

Claro, la posibilidad de empatizar con un otro…
— Exacto. Cuando uno lee ficción, quien escribe ha decidido delegar su palabra en un narrador, en un punto de vista narrativo que es un otro distinto del escritor, y entonces eso obliga a quien lee a colocarse en un ángulo que el escritor le pide como pacto, a mirar esa escena, ese mundo, ese relato desde un cierto ángulo. Obliga a salirse de uno mismo para mirar desde los ojos de un otro. Y eso da un conocimiento de un otro hipotético, ficcional pero que lo podemos trasladar a la vida cotidiana. Son personajes imaginarios pero reflejos de personas que tal vez pudieron vivir en otros siglos, que tienen otro género, otra elección sexual, clase social, geografía, tiempo histórico. Uno se ve obligado a irse a otro lado. Eso es sumamente interesante en ese descentramiento de uno mismo. De pronto, por ejemplo, supón que en un libro un lector esté obligado a ponerse en la piel de un criminal o de un represor o de un monje tibetano o de un marginal o de una persona de la aristocracia. Hay un conocimiento de lo social, de lo humano. Hay un ejercicio de desplazamiento y de empatía con el otro y de correrse de esa autorreferencia. Y de obligarse a tomar posición, porque uno adhiere o no adhiere, acepta o no acepta, y de eso deviene en una postura crítica. 

[...] — Por último, ¿cómo te llevás con las nuevas tecnologías?

— Es algo que llegó para quedarse, forma parte de nuestras vidas. Sería absurdo si yo dijera que no estoy de acuerdo con que existan los autos. Tienen una utilidad muy importante, de hechos las usamos y las aprovechamos. El tema creo que pasa porque, en realidad, son soportes y es que uno de los grandes problemas de la contemporaneidad es cómo seleccionar, cómo elegir la información para no entrar en esa toxicidad ya que hay tanto, pero ese tanto se convierte en menos. Sobre todo para un niño, un jovencito que no tiene los caminos para buscar ahí. Si uno tiene los recursos, maravilloso, porque yo puedo ir hacia ciertas zonas que me interesan y tomar un posicionamiento. Pero claro, si alguien no tiene una formación… Por eso creo que el trabajo de lectura en la escuela es muy importante. Un lector de libros aprende a seleccionar y aprende a entrar mejor en las nuevas tecnologías. Porque si antes el problema era cómo acceder, hoy es cómo seleccionar entre lo que a mí me interesa y sirve y lo que no, y cómo tener una relación no tóxica con la hiperinformación (el subrayado es mío).


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