jueves, 10 de marzo de 2022

"DESPATRIADA". Un poema de Gioconda Belli


No tengo dónde vivir.
Escogí las palabras.

Allá quedan mis libros
mi casa. El jardín, sus colibríes
las palmeras enormes
las apodadas Bismarck
por su aspecto imponente.

No tengo dónde vivir.
Escogí las palabras.

Hablar por los que callan
entender esas rabias
que no tienen remedio.
Se cerraron las puertas
dejé los muebles blancos
la terraza donde bailan volcanes a lo lejos
el lago con su piel fosforescente
la noche afuera y sus colorines trastocados
me fui con las palabras bajo el brazo
ellas son mi delito, mi pecado
ni Dios me haría tragármelas de nuevo.

Allí quedan mis perros Macondo y Caramelo
sus perfiles tan dulces
su amor desde las patas hasta el pelo.
Mi cama con el mosquitero
ese lugar donde cerrar los ojos
e imaginar que el mundo cambia
y obedece mis deseos.

No fue así. No fue así.

Mi futuro en la boca es lo que quiero
decir, decir el corazón, vomitar el asco y la ranura.

Queda mi ropa yerta en el ropero
mis zapatos mis paisajes del día y de la noche
el sofá donde escribo
las ventanas.

Me fui con mis palabras a la calle
las abrazo, las escojo
soy libre
aunque no tenga nada.

Gioconda Belli. Octubre, 2021

"¿Me atraparán o no me atraparán? Esa es la amarga margarita que me tocó deshojar. Jamás pensé que volvería a tener que optar por el exilio luego de haber sido partícipe de una revolución que derrotó la tiranía de Anastasio Somoza en Nicaragua en 1979. A 42 años de aquello, heme aquí forzada de nuevo a dejar mi patria, ahora regida por un dictador de la peor especie: el que lucha contra una tiranía para imponer la propia. Eso es lo que ha hecho Daniel Ortega, secundado por su esposa. Ambos forman un binomio sui generis que ocupa, a pesar de las restricciones constitucionales sobre el nepotismo, los más altos cargos del Estado: presidente y vicepresidenta. 

La primera vez que me exilié, en 1975, tenía 25 años. Hoy tengo 72. Por años me he opuesto a la entronización de este régimen que paulatinamente, desde 2007, cuando Ortega retornó a la presidencia del país, ha venido concentrando el poder y desmantelando la institucionalidad democrática. Esta labor de zapa se agudizó después de un alzamiento popular en 2018. La rebelión espontánea de una población cansada de abusos de poder fue aplastada a sangre y fuego, con la violencia de las armas. A pesar, sin embargo, de su costo ­—más de 328 personas asesinadas—, la población siguió manifestándose aun cuando se prohibieron las marchas o incluso desplegar la bandera del país con el escudo invertido. La resistencia se pagó con cárcel. El país se militarizó".

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