domingo, 9 de abril de 2023

"LA BÚSQUEDA DE LA SUERTE (Grecia)". Un cuento de hadas de Ángela Carter

Por continuar con la historia sin interrupciones: había una anciana que tenía una gallina. Igual que ella, la gallina estaba ya entrada en años y era una buena trabajadora: todos los días ponía un huevo. La anciana tenía un vecino también anciano, un viejo achacoso que cuando ella se iba a cualquier sitio aprovechaba para robarle el huevo. La pobre mujer estaba siempre al acecho para atrapar al ladrón, pero nunca lo lograba, ni quería tampoco acusar a nadie, de manera que se le ocurrió la idea de ir a preguntarle al Sol Inmortal.

Emprendió entonces el viaje y en el camino se encontró con tres hermanas, las tres solteronas. Cuando las vio, se pusieron a correr tras ella para averiguar adónde se encaminaba. Ella les contó en qué apuro se hallaba.

—Y, ahora —dijo—, voy de camino a ver al Sol Inmortal, para preguntarle quién puede ser el hijo de puta que me está robando los huevos y que inflige así tal crueldad a una pobre anciana fatigada como yo.

Cuando las chicas lo oyeron, se le echaron las tres sobre los hombros exclamando:

—¡Oh, tiíta, se lo suplicamos, pregúntele también por nosotras: qué nos sucede, pues no encontramos marido!

—Muy bien —dijo la anciana—. Se lo preguntaré. Puede que atienda todas mis peticiones.

Así que continuó, y se tropezó con una anciana que tiritaba de frío. Cuando la anciana la vio y supo adónde se dirigía, empezó a implorarle:

—¡Te suplico, anciana, que le preguntes algo también de mi parte: qué me sucede, pues nunca entro en calor pese a llevar encima tres abrigos de pieles, uno sobre el otro!

—Muy bien —dijo la anciana—, se lo preguntaré, pero ¿cómo puedo ayudarte yo?

Así que continuó y llegó a un río que discurría turbio y oscuro como la sangre. Había escuchado su rumor desde muy lejos; un rumor que había provocado que sus rodillas temblasen de miedo. Cuando el río la vio, también le preguntó con su voz salvaje y enojada adónde se encaminaba. Ella le dijo lo que tenía que decir. El río le pidió:

—Si es así, pregúntale también acerca de mí: qué me aflige, por qué no puedo discurrir con calma. CONTINUAR LEYENDO

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