lunes, 13 de noviembre de 2023

"FUISTE ERES ELEGÍA". Un poema de la poeta estadounidense Mary Jo Bang

Frágil como un niño es frágil.
Destinado a no durar siempre.
Destinado a convertirse en otro
para la madre. Aquí estoy
sentada en una silla, pensando
en ti. Pensando
en cómo era
hablar contigo.
Cómo a veces era maravilloso
y otras veces horrible.
Cómo las drogas cuando había drogas
deshacían lo bueno casi por completo
pero no por completo
porque lo bueno siempre podía ser visto
brillar como brilla el lamé
en el escaparate de una tienda
llamada Las Cosas
Hermosas Nunca Duran Siempre.
Te amé. Te amo. Eras.
Y eres. La vida es experiencia.
Así de simple es todo. La experiencia es
la silla en que nos sentamos.
Sentarse. Pensar
en ti donde eres un vacío
que llenar
por la añoranza. Te amaba.
Te amo como amo
todas las cosas hermosas.
La auténtica belleza rara vez es auténtica.
Eras. Eres
en mayo. Mayo mirando
hacia junio que llega.
Así es como mido
el año. Todo Fue Culpa Mía
es el título de la canción
que he estado cantando.
Incluso cuando me pedías calma.
No he tenido calma alguna,
he estado llorando. Creo que tú
me has perdonado. Todavía me pones
la mano en el hombro
cuando lloro.
Gracias por eso. Y
por tu inefable sentido
de la continuidad. Eras. Eres
la cosa más brillante en el escaparate de la tienda,
lo más singular y hermoso que he visto en mi vida.

Hay libros y poemas que se graban en la memoria y se vuelve a ellos una y otra vez. Es lo que a mí me ocurre con el libro ‘Elegía’ de la poeta estadounidense Mary Jo Bang, un libro escrito a partir de la muerte de su hijo por una sobredosis, una muerte temida durante largo tiempo ya que era consciente del abismo en el que estaba cayendo. Mary Jo Bang escribió un libro perturbador en el que muestra el terrible dolor de una madre a través de poemas entrelazados que hablan de cómo fue su vida junto a él, de lo que pudo haber hecho y no hizo, de todas esas acciones que vistas después generan un afilado sentimiento de culpa. En el poema que comparto hoy, situado casi al final del libro, queda a pesar de todo un atisbo de consuelo, una luminosa memoria en la que refugiarse. (Un texto de Andrea Villarrubia Delgado)

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