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sábado, 14 de septiembre de 2019

Eduardo Galeano: La bomba de Dios.


En 1945, mientras este día nacía, murió Hiroshima.
En el estreno mundial de la bomba atómica, la ciudad y su gente se hicieron carbón en un instante.
Los pocos sobrevivientes deambulaban, mutilados, sonámbulos, entre las ruinas humeantes. Iban desnudos, y en sus cuerpos las quemaduras habían estampado las ropas que vestían cuando la explosión. En los restos de las paredes, el fogonazo de la bomba atómica había dejado impresas las sombras de lo que hubo: una mujer con los brazos alzados, un hombre, un caballo atado.
Tres días después, el presidente Harry Truman habló por radio.


Dijo:—Agradecemos a Dios que haya puesto la bomba atómica en nuestras manos, y no en manos de nuestros enemigos; y le rogamos que nos guíe en su uso de acuerdo con sus caminos y sus propósitos.


jueves, 11 de abril de 2019

Eduardo Galeano - Memoria del Fuego I: Los nacimientos.


En la selva amazónica, la primera mujer y el primer hombre se miraron con curiosidad. Era raro lo que tenían entre las piernas.

—¿Te han cortado?— preguntó el hombre.

—No —dijo ella—. Siempre he sido así.

Él la examinó de cerca. Se rascó la cabeza. Allí había una llaga abierta. Y dijo:

—No comas yuca, ni plátanos, ni ninguna fruta que se raje al madurar. Yo te curaré. Échate en la hamaca y descansa.

Ella obedeció. Con paciencia tragó los menjunjes de hierbas y se dejó aplicar las pomadas y los ungüentos. Tenía que apretar los dientes para no reírse, cuando él le decía: —no te preocupes.

El juego le gustaba, aunque ya empezaba a cansarse de vivir en ayunas y tendida en una hamaca. La memoria de las frutas le hacía agua la boca.

Una tarde, el hombre llegó corriendo a través de la floresta. Daba saltos de euforia y gritaba: —¡lo encontré!, ¡lo encontré!

Acababa de ver al mono curando a la mona en la copa de un árbol.

—Es así —dijo el hombre, aproximándose a la mujer.

Cuando terminó el largo abrazo, un aroma espeso, de flores y frutas, invadió el aire. De los cuerpos, que yacían juntos, se desprendían vapores y fulgores jamás vistos, y era tanta su hermosura que se morían de vergüenza los soles y los dioses.

***************


domingo, 6 de mayo de 2018

"Strange Fruit (Extraña fruta)". Billie Holiday.Voz negra.


La empresa Columbia se negó a grabar esa canción, y el autor tuvo que firmar con otro nombre. Pero cuando Billie Holiday cantó Strange Fruit, cayeron las barreras de la censura y el miedo. Ella cantó con los ojos cerrados y la canción fue un himno religioso por obra y gracia de esa voz nacida para cantarlo, y desde entonces cada negro linchado pasó a ser mucho más que un extraño fruto colgado de un árbol pudriéndose al sol. 

Billie,
la que a los catorce años lograba el milagro del silencio en los ruidosos puteros de Harlem donde cambiaba música por comida,
la que bajo la falda escondía una navaja,
la que no supo defenderse de las palizas de sus amantes y sus maridos,
la que vivió presa de las drogas y de la cárcel,
la que tenía el cuerpo hecho un mapa de pinchazos y cicatrices,
la que siempre cantaba como nunca.

Eduardo Galeano - Espejos. Una historia casi universal.


Letra de la canción en español

De los árboles del sur cuelga una fruta extraña,
Sangre en las hojas y sangre en la raíz,
Cuerpos negros balanceándose en la brisa del sur,
Extraña fruta que cuelga de los álamos.

Escena pastoral del galante sur,
Los ojos saltones y la boca torcida,
Aroma de las magnolias, dulce y fresco,
y el repentino olor a carne quemada.

Aquí está la fruta para que la arranquen los cuervos ,
Para que la lluvia la tome, para que el viento la aspire,
Para que el sol la pudra,para que los árboles la suelten,
Esta es una extraña y amarga cosecha.


La letra de la canción se refiere a una extraña fruta que pende de un árbol y que en realidad es el cuerpo de un negro que ha sido ahorcado impunemente, aunque nunca se habla de linchamiento. Fue concebida como una denuncia del racismo que prevalecía en Estados Unidos y se convirtió en un emblema del movimiento por los derechos civiles. Después de Billie Holiday, otros vocalistas de jazz siguieron su ejemplo, pero ninguna versión causaría tanta conmoción como la suya. No está de más recordar que, debido al color de su piel, la cantante sufrió reiteradas afrentas y humillaciones. De ahí que cantar “Strange fruit” fuera considerado un acto de provocación.

“Los árboles sureños dan frutas extrañas, sangre en las hojas y sangre en la raíz, cuerpos negros que se balancean con la brisa del sur, frutas extrañas que cuelgan de los álamos”, reza la primera estrofa de este tema controversial que, pese a la creencia popular, no fue compuesto por Billie Holiday. Ella sembró la confusión cuando, en sus memorias, insinuó que había participado en la musicalización del texto original. Pero la verdad es otra. “Strange fruit” era un poema de un profesor de secundaria del Bronx, Abel Meeropol, quien lo publicó bajo el seudónimo de Lewis Allan en un periódico sindical en 1937 y, más adelante, le puso música. Según reveló, decidió escribirlo a raíz del impacto que le produjo la fotografía de un linchamiento. Cuando la composición emergió como una canción de protesta, Billie Holiday se entusiasmó y la estrenó en el Cafe Society de Nueva York una noche de 1939, lo que suscitó un tremendo alboroto.


martes, 4 de abril de 2017

Historia de la resurrección del papagayo. Un cuento de Eduardo Galeano.

El papagayo cayó en la olla que humeaba. Se asomó, se mareó y cayó.
Cayó por curioso, y se ahogó en la sopa caliente.
La niña, que era su amiga, lloró.
La naranja se desnudó de su cáscara y se le
ofreció de consuelo.
El fuego que ardía bajo la olla se arrepintió y se apagó.
Del muro se desprendió una piedra.
El árbol, inclinado sobre el muro, se estremeció de pena,
y todas sus hojas se fueron al suelo.
Como todos los días llegó el viento a peinar el árbol frondoso,
y lo encontró pelado.
Cuando el viento supo lo que había ocurrido, perdió una ráfaga.
La ráfaga abrió la ventana, anduvo sin rumbo por el mundo
y se fue al cielo.
Cuando el cielo se enteró de la mala noticia, se puso pálido.
Y viendo al cielo blanco, el hombre se quedó sin palabras.

El alfarero de Ceará quiso saber. Por fin el hombre recuperó el habla,
y contó que el papagayo se había ahogado y la niña había llorado
y la naranja se había desnudado
y el fuego se había apagado
y el muro había perdido una piedra
y el árbol había perdido las hojas
y el viento había perdido una ráfaga
y la ventana se había abierto
y el cielo había quedado sin color
y el hombre sin palabras.
Entonces el alfarero reunió toda la tristeza. Y con esos materiales,
sus manos pudieron renacer al muerto.
El papagayo que brotó de la pena tuvo plumas rojas del fuego
y plumas azules del cielo
y plumas verdes de las hojas del árbol
y un pico duro de piedra y dorado de naranja
y tuvo palabras humanas para decir
y agua de lágrimas para beber y refrescarse
y tuvo una ventana abierta para escaparse
y voló en la ráfaga del viento.

miércoles, 13 de abril de 2016

Sobre el arte de un escritor. De Eduardo Galeano, ese genio humanizado que nos dejo hace una año.

El mío ha sido un largo camino hacia el desnudamiento de la palabra: desde las primeras tentativas de escribir, cuando era jovencito en una prosa abigarrada, llena de palabras que hoy me dan vergüenza, hasta llegar a un lenguaje que yo quisiera que fuera cada vez más claro, sencillo, y por lo tanto más complejo, porque la sencillez es la hija de una complejidad de creación que no se nota ni tiene que notarse.

Uno siente primero que el trabajo intelectual consiste en hacer complejo lo simple, y después uno descubre que el trabajo intelectual consiste en hacer simple lo complejo. Y un caso de simplificación no es una tarea de embobamiento, no se trata de simplificar para rebajar de nivel intelectual, ni para negar la complejidad de la vida y de la literatura como expresión de la vida. Por el contrario, se trata de lograr un lenguaje que sea capaz de transmitir electricidad de vida suprimiendo todo lo que no sea digno de existencia.

Para mí siempre ha sido fundamental la lección del maestro Juan Carlos Onetti, un gran escritor uruguayo muerto hace poco, que me guió los primeros pasos.

Siempre me decía: "Vos acordate aquello que decían los chinos (yo creo que los chinos no decían eso, pero el viejo se lo había inventado para darle prestigio a lo que decía); las únicas palabras que merecen existir son las palabras mejores que el silencio". Entonces cuando escribo me voy preguntando: ¿estas palabras son mejores que el silencio?, ¿merecen existir realmente?

Hago una versión, dos o tres, quince, veinte versiones, cada vez más cortas, más apretadas: edición corregida y disminuida.

Inflación palabraria El problema de la inflación monetaria en América Latina es muy grave, pero la inflación palabraria es tan grave como la monetaria o peor; hay un exceso de circulante atroz. Algunos países han tenido éxito en la lucha contra la inflación monetaria pero la inflación palabraria sigue ahí, tan campante. Lo que me gustaría, modestamente, es ayudar un poquito a esa lucha contra la inflación palabraria. O sea, poder ir desnudando el lenguaje. Es el resultado de un gran esfuerzo, y no concluido, porque nace cada vez: a mí me cuesta escribir ahora tanto como cuando tenía 15 ó 16 años y lloraba ante la hoja de papel en blanco porque no podía.

¿Función social?

La literatura tiene siempre una función, aunque no sepa que la tiene, y aunque no quiera tenerla. A mí me hacen gracia los escritores que dicen que la literatura no tiene ninguna función social. A partir del momento que alguien escribe y publica está realizando una función social, porque se publica para otros. Si no, es bastante simple: yo escribo en un sobre y lo mando a mi propia casa, pongo "Cartas de amor a mí mismo" y me emociono al recibirlas. Pero es un círculo masturbatorio (no quiero hablar mal de la masturbación, tiene sus ventajas, pero el amor es mejor porque se conoce gente, como decía el viejo chiste).

Es imposible imaginar una literatura que no cumpla una función social. A veces la cumple, y es jodido, en un sentido adormecedor, a veces es una literatura del fatalismo, de la resignación, que te invita a aceptar la realidad en lugar de cambiarla, pero a veces es una literatura reveladora, reveladora de las mil y una caras escondidas de una realidad que es siempre más deslumbrante de lo que uno suponía. Por otro lado me parece que lo de la literatura social es una redundancia porque toda literatura es social. Muchas veces una buena novela de amor es más reveladora y ayuda más a la gente a saber quién es, de dónde viene y a dónde puede llegar, que una mala novela de huelgas. No comparto el criterio de una literatura política que además, en general, es aburridísima.

FIN

lunes, 4 de abril de 2016

Pájaros prohibidos. Un cuento de Eduardo Galeano.

Los presos políticos uruguayos no pueden hablar sin permiso, silbar, sonreír, cantar, caminar rápido ni saludar a otro preso. Tampoco pueden dibujar ni recibir dibujos de mujeres embarazadas, parejas, mariposas, estrellas ni pájaros. 

Didaskó Pérez, maestro de escuela, torturado y preso por tener ideas ideológicas, recibe un domingo la visita de su hija Milay, de cinco años. La hija le trae un dibujo de pájaros. Los censores se lo rompen en la entrada de la cárcel.

El domingo siguiente, Milay le trae un dibujo de árboles. Los árboles no están prohibidos, y el dibujo pasa. Didaskó le elogia la obra y le pregunta por los circulitos de colores que aparecen en la copa de los árboles, muchos pequeños círculos entre las ramas:

¿Son naranjas? ¿Qué frutas son? 

La niña lo hace callar:

Ssshhhh. 

Y en secreto le explica:

Bobo. ¿No ves que son ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas.

FIN

miércoles, 17 de febrero de 2016

Eduardo Galeano: “La literatura infantil es una literatura terrorista”


Entrevista al escritor uruguayo Eduardo Galeano—autor de Las venas abiertas de América Latina y Memoria del fuego—, que estuvo en Chile presentando su último libro Los hijos de los días (Siglo XXI).

Eduardo Galeano no escribe libros para niños. Gran parte de sus títulos disponibles para el público infantil —como Historia de la resurrección del papagayo (Libros del Zorro Rojo), Mitos deMemoria del fuego (Anaya) y Los sueños de Helena (Libros del Zorro Rojo)—, han sido extractos de su obra tomados por sellos infantiles e ilustrados. Para Galeano, ésa es la razón del éxito que tienen sus historias entre los pequeños: “Los niños se sienten respetados. Yo no escribo para débiles mentales y buena parte de la literatura que los adultos escriben para los niños está dirigida a niños de muy limitado alcance mental. Son libros que están o destinados a aterrorizar a los niños o son escritos como para tontos”.

No todo es literatura infantil. Galeano, además, nos cuenta la importancia de los mitos que rescató en Memoria del fuego (Siglo XXI), de la influencia que tuvo en él su compatriota Juan Carlos Onetti y de su proceso de escritura y reescritura: “Voy sacando y sacando cosas hasta desvestir la palabra.Es un trabajo de desnudamiento de la palabra que me da también mucho placer, porque es un trabajo casi erótico el de desnudar la palabra para que ella pueda resplandecer en toda su belleza sin maquillajes ni disfraces”.

Fuente: Fundación La Fuente

viernes, 25 de septiembre de 2015

La última entrevista de Eduardo Galeano con LA NACION

Cada tarde, Eduardo Galeano toma un café con Dios. Se acoda junto a una ventana del Brasilero (el bar que, a estas alturas, es algo así como su segundo hogar), respira hondo el aroma a madera y espera, paciente, que la radiante andaluza que sirve las mesas -Alba Marina de nombre, Dios de apellido- le traiga, entre sonrisas, bromas y elogios a su joven divinidad, el cafecito del día. "Son pocos los que se llaman Dios -cuenta, encantado con el juego, el escritor que tantas veces se peleó con esa otra presencia divina, la de los altares y los mandamientos-. Creo que en la Córdoba española, de donde ella viene, son sólo cinco."

"Bueno, la verdad única no existe. Nada más en las cabezas de los nostálgicos del estalinismo, el dogmatismo que te dice que hay una única manera de entender la política o la solidaridad humana. O los que creen que este sistema que el mundo está soportando es el único posible. Yo no comparto eso para nada, lo que busco es celebrar la diversidad. Aquellas mentiras eran arte en el sentido de que el arte siempre es una mentira que cuenta una verdad. Los fusilados de Goya siguen cayendo cada vez que alguien los ve. Yo busco hechos de la realidad para que la realidad me cuente cómo son las realidades que ella esconde. Porque así como el mundo esconde, o tiene en la barriga otros munditos posibles, así también cada realidad contiene otras realidades."

jueves, 23 de abril de 2015

Celebrando el Día del Libro con un cuento de Eduardo Galeano: El murciélago

Una buena amiga, Mª José Pedraza, me acaba de enviar un cuento de Eduardo Galeano. Un buen momento, como dice ella, para rendir un homenaje al libro con este gran autor que ya está viajando por el cosmos en compañía de El Principito. Gracias, Mª José.



El murciélago (Eduardo Galeano)

Cuando era el tiempo muy niño todavía, no había en el mundo bicho más feo que el murciélago.

El murciélago subió al cielo en busca de Dios. Y le dijo:

—Estoy harto de ser horroroso. Dame plumas de colores.

—No. Le dijo Dios.

—Dame plumas, por favor, que me muero de frío.

A Dios no le había sobrado ninguna pluma.

—Cada ave te dará una pluma —decidió.

Así obtuvo el murciélago la pluma blanca de la paloma y la verde del papagayo, la tornasolada pluma del colibrí y la rosada del flamenco, la roja del penacho del cardenal y la pluma azul de la espalda del martín pescador, la pluma de arcilla del ala del águila y la pluma del sol que arde en el pecho del tucán.

El murciélago, frondoso de colores y suavidades, paseaba entre la tierra y las nubes. Por donde iba, quedaba alegre el aire y las aves mudas de admiración. Dicen los pueblos que el arcoíris nació del eco de su vuelo.

La vanidad le hinchó el pecho. Miraba con desdén y hablaba ofendiendo.

Se reunieron las aves. Juntas volaron hacia Dios.

—El murciélago se burla de nosotras —se quejaron—. Y, además, sentimos frío por las plumas que nos faltan.

Al día siguiente, cuando el murciélago agitó las alas en pleno vuelo, quedó súbitamente desnudo. Una lluvia de plumas cayó sobre la tierra.

El murciélago anda buscándolas todavía. Ciego y feo, enemigo de la luz, vive escondido en las cuevas. Sale a perseguir las plumas perdidas cuando ha caído la noche y vuela muy veloz, sin detenerse nunca, porque le da vergüenza que lo vean.

FIN