Ilustración de Alejandra Ramírez |
Gato Neko buscaba a sus amigos Kashikoi y Usagi en el bosque profundo.
Hojas verdes, ramas verdes, troncos verdes acompañaban a hojas rojas, ramas rojas, troncos rojos…
Neko era negro negro.
Kashikoi era azul, azul. Observaba encantado a un insecto volador color de zanahoria.
Usagi era verde, verde, como las hojas verdes.
Solían retozar juntos en el bosque, apareciendo y desapareciendo tras de los arbustos, los pastizales, los troncos de los árboles. ¡Era como si fueran luciérnagas que prenden y apagan su luz!
¿Cómo era posible que esta vez no los encontrara? ¡Justamente esta vez en que Neko los necesitaba más! Porque Neko tenía un gran problema y le hacía falta la ayuda de sus amigos para resolverlo. No podía seguir viviendo así…
Después de mucho andar, los halló en la casa que tenían dentro de un gran árbol hueco.
Al entrar Neko, ellos lo miraron en silencio. Esperaban tranquilos que Neko dijera por qué tenía esa cara de malestar…Pero Gato Neko seguía callado…
Finalmente, dijo:
–¡Amigos! ¡Quiero cambiar de color… no quiero ser negro nunca más! Lo único que oigo es: “¡Cuidado, es un gato negro! ¡No te acerques, trae mala suerte! ¡Quiero ser de cualquier color menos negro! ¡Azul, o verde como ustedes! ¡Amarillo como el canario! ¡Rojo como el copete del pájaro carpintero! ¡Mejor aún, quiero ser como el Sietecolores! ¡Tal vez del color del zorro!
–¡Un momento! ¡Espera! –dijeron a la vez Usagi y Kashikoi.
–Tu color es hermoso y tú eres hermoso, Neko! –añadió Kashikoi.
–Eres bello como la noche y tu pelaje se parece al color oscuro que toman los árboles a la hora del sol poniente! -le dijo Usagi mientras le acariciaba el lomo negro y suave.
Neko se dejaba acariciar por Usagi con sumo placer… Escuchaba los comentarios de sus amigos, con las orejas hacia delante mientras pensaba. Comenzaba a sentirse más sereno y devolvía las caricias con ronrones…
Kashikoi, entre tanto, reflexionaba con las patas cruzadas sobre su panza. Entendía bien el problema de Neko:
“¡Claro! ¡No se puede vivir rechazado!”, se decía. Kashikoi creía que la solución debía venir de la gente que se apartaba de Neko. ¡¡Pero también ellos tenían que hacer algo!! No podían esperar pasivos… ¿Acaso no eran amigos los tres?
Buscando una salida, Kashikoi, que era un conejo muy sabio, les propuso esto:
–Amigos, vayamos a recorrer el barrio los tres, bien juntos. Neko irá en el medio y tú y yo, Usagi, en los extremos… Así demostraremos a todos que un gato negro no trae mala suerte, ¡sino que trae la buena suerte de la amistad!… ¡Dame tu pata Neko!
–Kashikoi, ¡no puedo darte mi pata! ¡Si te la doy no podré caminar, para caminar necesito las cuatro! Mejor te doy mi cola ¿te parece?
–¡En marcha! –dijo Usagi–. Miraremos a los ojos de los humanos, con nuestra mirada de felicidad.
Se contemplaron con afecto, con dulce amistad… y comenzaron a caminar.
–Seguro que entenderán –dijo Kashikoi a Neko…–. ¡Tendrán que entender!
FIN
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