¿Crecer -como lector- implica tomar partido?, ¿comprometerse socialmente con una causa justa? ¿Presionan los adultos a los niños con libros que los hagan tomar conciencia de los grandes problemas de nuestro tiempo? ¿Las mejores intenciones… de adoctrinamiento opresivo… o de participación activa en el mundo y llamada a la acción? ¿Libros para cuestionar o para acatar? ¿Todo libro comprometido es moralizante o sermoneador… y soporífero?
Clémentine Beauvais, escritora y doctora en literatura infantil por la Universidad de Cambridge, analiza en esta ponencia las múltiples formas de categorizar esos libros celebrados y rechazados, los “socialmente responsables”. O más que la etiqueta, aquellos que, como decía, Sartre, invitan a leer como acto político, son “una exigencia y un regalo”.
¿A las barricadas? ¿Qué puede la literatura infantil políticamente comprometida?
Clémentine Beauvais
Hace unos meses, durante una visita a una escuela, una niña me dijo: “He visto tu perfil de Facebook y tengo una pregunta. ¿Quiénes son las personas de tu foto de portada? ¿Tus padres?”.
Ojalá, pero no. Son Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre. Sí son, en cierto modo, mis padres intelectuales. Su presencia totémica sobre mi perfil, tal vez, significa que Sartre y Beauvoir siguen inspirándome muchos años después de terminar mi tesis doctoral -de la cual fueron dos de los personajes principales, como voy a contar.
[...] y voy a empezar esta presentación con la historia de esta tesis. Por favor, manteneos despiertos. Prometo que es una historia llena de misterio, de frustraciones, de falsas pistas teóricas, de enemigos y de salvadores, y, por supuesto, de preguntas existenciales.
Y su punto de partida fue, como el de muchas historias, una princesa.
Érase una vez un álbum canadiense titulado La princesa vestida con una bolsa de papel (Munsch y Marschenko), que fue considerado una obra maestra de la literatura infantil feminista. Cuando se publicó, en 1980, este cuento de una princesa decidida, valiente y activa, de un príncipe miedoso, superficial y en absoluto encantado, fue enseguida celebrado por su inversión radical de los papeles tradicionales de género en la literatura juvenil.
Los setenta, los ochenta y los comienzos de los noventa fueron tiempos muy fértiles para inversiones radicales de los papeles tradicionales de género en la literatura juvenil. Es relativamente fácil encontrar ejemplos de LIJ de esta época, en todo el mundo occidental, que hablan de manera muy radical –para su tiempo– del poder de las niñas y de la necesidad de cambiar nuestras percepciones de las relaciones entre los sexos.
Pero yo no conocí a la princesa Elizabeth o al príncipe Ronald, ni ninguno de esos otros libros radicales para niños, cuando yo era pequeña. Mi régimen de lectura fue muy intenso, y leí muchos álbumes clásicos, pero mis padres nunca pusieron en mis manos ningún libro “comprometido” o “con mensaje”. Eran lectores literarios, exigentes, con buen gusto; los padres típicos, tal vez, de la burguesía parisina que Pierre Bourdieu describe, en su obra sociológica La Distinción, como consumidores de arte independiente, lo más lejano posible a la literatura que “transmite un mensaje”.
Así que leí la historia de la princesa con una bolsa, y otras historias similares, por primera vez a la edad de veinte años, cuando empecé a trabajar, durante un verano, para la editorial juvenil francesa, muy nueva en ese momento, Talents Hauts.
Talents Hauts, fundada por Laurence Faron y Mélanie Decourt en 2005, es una editorial explícitamente políticamente comprometida, de orientación feminista. Su primer libro fue una réplica del álbum de Munsch y Marschenko, y todos los siguientes trataban problemas y preguntas relacionadas con el género. CONTINUAR LEYENDO
Fuente: linternasybosques.wordpress.com
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