Las sesiones en SAPAME
son siempre tiernas y esperanzadas. El ritmo de las mismas lo marcan, al
fin y al cabo, quienes conforman el grupo, y lo que observo es que la
delicadeza es máxima entre sus miembros. Y el respeto. Y el cuidado.
Quienes nos acompañan SAPAME son luchadores. Huyen de ocupar un papel
entre las víctimas, porque no se sienten así. Hay una comprensión
clarividente del mundo. Hay la sensatez de quien ha tenido miedo, pero
que cada vez tiene menos, porque sabe que no está solo. Que hay quien le
escucha. Quien le percibe. Quien le abraza en un sentido amplio. Estar
en SAPAME es no estar solo.
En las sesiones de SAPAME se habla de todo un poco. Las lecturas son
nuestro hilo conductor, pero decidimos qué giro darles. Un poema sobre
el sentido de la vida puede llevarnos a elogiar al huevo frito
como la maravilla de las maravillas. Y ha ocurrido que leyendo a Séneca,
hemos hablado sobre amigos de la infancia, sobre nuestros animales, o
sobre la compañía que nos hace encontrarnos con el mismo desconocido a
diario, sin que la costumbre de verlo nunca llegue a conseguir que se
desprenda de su valor anónimo. Y hemos hablado de lo que amamos y de
quienes amamos, y de cómo amamos, a veces, a sabiendas, en el error; a
veces muy a pesar del dolor.
Nos hemos acercado a los demás y les hemos comprendido leyendo “Soy
un punto”. Hemos comprendido el valor del apoyo con “El árbol generoso”.
Hemos desvestido nuestro dolor con “El abrigo de Pupa”, y hemos volado y
volado muy alto. Hemos gozado de tantas cosas juntos… CONTINUAR LEYENDO
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