martes, 21 de febrero de 2017

La muerte de un obrero. Un cuento de Agota Kristof

 Inconclusa quedó la sílaba, sin significado, flotando entre la ventana y el jarrón de flores.
            Inconcluso el gesto de tus frágiles dedos dibujando la mitad de una N mayúscula sobre las sábanas.
            —¡No!
            Creías que te bastaba con mantener los ojos abiertos para que la muerte no pudiera alcanzarte. Los abriste al máximo, hasta el límite de tus fuerzas, pero llegó la noche y te tomó en sus brazos.
            Ayer todavía pensabas en el coche que no terminaste de lavar aquel sábado, ya tan lejano, cuando recibiste el puñetazo de dolor en el estómago por primera vez.
            «Cáncer», había dicho el médico, y la pulcritud de tu cama de hospital te horrorizó.
            Hasta tus manos se volvieron blancas con los días, las semanas, los meses. Cuando el imborrable aceite de tus manos desapareció, las uñas ya no se te quebraban, eran largas y rosadas como las de un funcionario.
            Por la noche llorabas en silencio, sin sollozos, sin convulsiones, solo lágrimas que rodaban suavemente y sin ruido alguno por la almohada, en la sala común donde la luz verde de las lamparitas marcaba surcos sobre las mejillas y bajo los ojos de los enfermos que tenías al lado.
            No, no estabas solo.
            Eran seis o siete al borde de la muerte.
            Igual que en la fábrica. Tampoco estabas solo, eran veinte o cincuenta haciendo el mismo gesto un día tras otro.
            Y en el hospital, como en la fábrica, no tenían nada que decirse unos a otros.
            Tú pensabas que los demás dormían o que ya estaban muertos.
            Los demás pensaban que tú dormías o que ya estabas muerto.
            Nadie hablaba, tú tampoco.
            Ya no querías hablar, solo querías acordarte de algo pero no sabías de qué.
            No había nada de que acordarse.
            La fábrica se había llevado tus recuerdos, tu juventud, tu fuerza, tu vida. Sólo te dejó el cansancio, el cansancio mortal de cuarenta años de trabajo.

FIN



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