martes, 30 de julio de 2024

"EL OMBLIGO DE LOS SUEÑOS". Irene Vallejo, El País 07 ABR 2024

Enrique Flores
La historia sigue entretejiéndose hoy con los mimbres de los símbolos más que de los hechos

Mil veces he escuchado el estribillo. Contar historias no nos sacia el hambre ni protege del frío o del peligro, no nos reviste de visión nocturna ni decisivas ventajas en la lucha por la vida. No sirve para nada. Y, sin embargo, desde los albores del tiempo recordado, los seres humanos sentimos el ímpetu irresistible de urdir relatos. Esta terquedad narrativa es un resorte misterioso. ¿Por qué son tan duraderos los mitos, los poemas, los cuentos? Las invenciones útiles cruzan despreocupadas las aduanas de los siglos, pero ¿qué pueden alegar en su favor las creaciones inútiles?

La ensayista británica Karen Armstrong afirma que buena parte de la historia humana ha estado presidida por dos formas de pensar, hablar y lograr conocimiento del mundo: el mythos y el logos. La primera no es una mera fase primitiva de la segunda. Ambas son rutas complementarias y esenciales para buscar la verdad. Según Armstrong, el logos se ocupa de los logros prácticos; el mythos, del significado. Los seres humanos –escribe– somos criaturas en perpetua búsqueda de sentido. Si carecemos de él, caemos de bruces en la desesperación. Los mitos y la literatura permiten que la gente atisbe realidades más hondas, cobijos simbólicos para nuestro precario existir. Necesitamos encaminar hacia un horizonte revelador nuestras vidas y persuadirnos de que tienen un sentido y valor palpables, pese a los errores y extravíos, más allá de cada disparate reincidente, de cada trompicón y traspiés.

A menudo pensamos que las leyendas pertenecen a tiempos tribales y que nos llegan —en nuestro mundo moderno, racional y evolucionado— como un rastro de humo procedente de hogueras encendidas en el amanecer de los tiempos. Pero la historia sigue entretejiéndose hoy con los mimbres de los símbolos más que de los hechos. El siglo XX creó mitos extremadamente destructivos, que gestaron terroríficas masacres y genocidios. No podemos oponer resistencia a esos mitos solo con argumentos lógicos, razones que no hablan el lenguaje de los temores, deseos y rencores profundamente enraizados. Se necesitan otros relatos poderosos, en son de paz. Gracias a las narraciones forjadas al calor del encuentro logramos —a veces, tal vez— afrontar juntos las ansiedades de las que está constelado este nervioso presente.

Las historias son al mundo lo que el ombligo a nuestro cuerpo: carecen de función o tarea vital, pero nos anudan a lo más esencial, ya que señalan nuestro vínculo carnal con los antepasados. En la antigua Delfos, la piedra omphalós indicaba el exacto centro del universo. Todo ser humano cuenta con ese orificio en el vientre, propio e intransferible, un sello aduanero de su entrada al alborotado paisaje terrestre. De hecho, durante siglos comentaristas y eruditos bíblicos han debatido con tenacidad si Adán y Eva fueron creados con o sin ombligo. Es quizá nuestro rincón más extraño, a la vez lírico y humorístico, arrugado y cóncavo, recubierto de pelusa, en espiral, misterioso, besado, mordido, enjoyado e ignorado. El ojo de una cerradura, una cicatriz. Como la literatura misma, un nexo con el cordón umbilical de las palabras.

En una de las novelas más antiguas, Genji Monogatari, publicada en el siglo XI, ya se debate sobre la inutilidad –o perversidad– de las ficciones. En el Japón de la Era Heian, las historias imaginarias se consideraban falsedades, embustes y artimañas propias de mujeres. Los hombres, ocupados en tareas serias como la política y las leyes, eran sus más severos detractores. La autora del libro, Murasaki Shikibu, a través de su protagonista Genji, osa defender las verdades de su invención. Las crónicas históricas, dice, muestran solo una parte de la verdad, y es en los relatos de ficción donde descubrimos las causas profundas de lo que sucede. La humanidad fabula cuando, en su paso por el mundo, sucede algo bueno, conmovedor o terrible, algo en definitiva demasiado maravilloso como para permitir que desaparezca al acabar sus vidas. CONTINUA LEYENDO

lunes, 29 de julio de 2024

"LA RAMA SECA". Un cuento de Ana Mª Matute.

Apenas tenía seis años y aún no la llevaban al campo. Era por el tiempo de la siega, con un calor grande, abrasador, sobre los senderos. La dejaban en casa, cerrada con llave, y le decían:
-Que seas buena, que no alborotes: y si algo te pasara, asómate a la ventana y llama a doña Clementina.
Ella decía que sí con la cabeza. Pero nunca le ocurría nada, y se pasaba el día sentada al borde de la ventana, jugando con “Pipa”.
Doña Clementina la veía desde el huertecillo. Sus casas estaban pegadas la una a la otra, aunque la de doña Clementina era mucho más grande, y tenía, además, un huerto con un peral y dos ciruelos. Al otro lado del muro se abría el ventanuco tras el cual la niña se sentaba siempre. A veces, doña Clementina levantaba los ojos de su costura y la miraba.
-¿Qué haces, niña?
La niña tenía la carita delgada, pálida, entre las flacas trenzas de un negro mate.
-Juego con “Pipa” -decía.
Doña Clementina seguía cosiendo y no volvía a pensar en la niña. Luego, poco a poco, fue escuchando aquel raro parloteo que le llegaba de lo alto, a través de las ramas del peral. En su ventana, la pequeña de los Mediavilla se pasaba el día hablando, al parecer, con alguien. 
-¿Con quién hablas, tú?
-Con “Pipa”.
Doña Clementina, día a día, se llenó de una curiosidad leve, tierna, por la niña y por “Pipa”. Doña Clementina estaba casada con don Leoncio, el médico. Don Leoncio era un hombre adusto y dado al vino, que se pasaba el día renegando de la aldea y de sus habitantes. No tenían hijos y doña Clementina estaba ya hecha a su soledad. En un principio, apenas pensaba en aquella criatura, también solitaria, que se sentaba al alféizar de la ventana. Por piedad la miraba de cuando en cuando y se aseguraba de que nada malo le ocurría. La mujer Mediavilla se lo pidió:
-Doña Clementina, ya que usted cose en el huerto por las tardes, ¿querrá echar de cuando en cuando una mirada a la ventana, por si le pasara algo a la niña? Sabe usted, es aún pequeña para llevarla a los pagos…
-Sí, mujer, nada me cuesta. Marcha sin cuidado…
Luego, poco a poco, la niña de los Mediavilla y su charloteo ininteligible, allá arriba, fueron metiéndosele pecho adentro.
-Cuando acaben con las tareas del campo y la niña vuelva a jugar en la calle, la echaré a faltar -se decía. CONTINUAR LEYENDO

domingo, 28 de julio de 2024

"FUSIÓN". Un poema de Juana Ibarbourou


Mi alma en torno a tu alma se ha hecho
un nudo apretado y sombrío.

Cada vuelta del lazo sobre humano
se hace raíz, para afianzarse hondo,
y es un abrazo inacabable y largo
que ni la muerte romperá. ¿No sientes
cómo me nutro de tu misma sombra?

Mi raíz se ha trenzado a tus raíces
y cuando quieras desatar el nudo,
sentirás que te duele en carne viva
y que en mi herida brota sangre tuya.

Y con tus manos curarás la llaga
¡y ceñirás más apretado el nudo!

viernes, 26 de julio de 2024

"LA FUNDACIÓN DE UNA NUEVA TRADICIÓN". Un cuento de los derviches

Había una vez, una ciudad compuesta por dos calles paralelas. Un derviche pasó de una calle a la otra, y al llegar a la segunda, la gente que allí se encontraba notó que de sus ojos brotaban lágrimas, “¡Alguien ha muerto en la otra calle!”, gritó uno, y pronto todos los niños de la vecindad se hicieron eco del grito. Lo que realmente había ocurrido era que el derviche había estado pelando cebollas.

Al poco tiempo, el grito había llegado a la primera calle; y los adultos de ambas calles se preocuparon y asustaron tanto (ya que cada comunidad estaba emparentada con la otra), que no se atrevieron a hacer una investigación a fondo de las causas del revuelo.

Un hombre sabio trató de razonar con la gente de ambas calles, preguntándoles por qué no se interrogaban mutuamente. Demasiado confundidos para comprender el significado de sus palabras, algunos dijeron: “ Tenemos entendido que en la otra calle existe una plaga mortal.”

También este rumor se propagó como un incendio incontrolable, hasta que la población de cada calle pensó que la otra estaba condenada a morir.

Cuando se logró restablecer cierto orden, éste sólo fue suficiente para que ambas comunidades decidieran emigrar para salvarse. Fue así como, por distintos lados de la ciudad, ambas calles evacuaron por completo a su gente.

Aún hoy, siglos después, la ciudad sigue abandonada, y no muy lejos de allí hay dos aldeas. Cada una tiene su propia tradición acerca del modo en que comenzó como un poblado que huyó, en afortunado éxodo, en tiempos remotos, de una ciudad condenada por un mal sin nombre.

* * *
En sus enseñanzas psicológicas, los Sufis proclaman que la transmisión ordinaria de conocimiento está sujeta a tantas deformaciones causadas por la redacción y la falsa memoria, que no puede tomársela como un sustituto de la percepción directa del hecho.

“La Fundación de una Tradición ilustra la subjetividad del cerebro humano; fue extraída del libro de enseñanza Asrar-i-KhilwatL (“Secretos de los Redusos” ), por el Sheikh Qalandar Shah, de la Orden Suhrawardi, quien murió en 1832. Su tumba está en Lahore, Pakistán.



jueves, 25 de julio de 2024

"MEMORIAS ENTRE LIBROS II". Testimonios de personas que han conocido de primera mano la labor de la Asociación Entrelibros de Granada

La Asociación Entrelibros publica en su canal de Youtube una segunda entrega de la serie 'Memorias de Entrelibros'. Es un complemento perfecto del vídeo que dieron a conocer hace unos días. En esta ocasión, se centran en la mirada de unos padres, Puri Cascales y Fermín Sánchez, y una auxiliar de enfermería, María José Ortega, sobre la labor de la asociación en el Hospital materno Infantil de Granada. Su testimonio es tan emocionante como el que ofrecieron anteriormente Aleixandra Sánchez Cervera y Alejandro Rodríguez Jándula.

miércoles, 24 de julio de 2024

"MEMORIAS ENTRE LIBROS I". Testimonios de personas que han conocido de primera mano la labor de la Asociación Entrelibros de Granada

En el canal de YouTube de la Asociación Entrelibros se ha publicado el primero de una serie de vídeos que, bajo el nombre genérico de 'Memorias de Entrelibros', aspira a ofrecer testimonios de personas que han conocido de primera mano nuestra labor. Las palabras de Aleixandra y Alejandro, con los que nos relacionamos tiempo atrás en el Hospital Materno Infantil de Granada, son profundas y conmovedoras.

martes, 23 de julio de 2024

"EL JURAMENTO". Un cuento de los derviches

Una vez, un hombre atormentado por sus problemas juró que si éstos se solucionaban, vendería su casa y donaría a los pobres todo el dinero obtenido de la venta.

Llegó el momento en que se dio cuenta de que debía cumplir su juramento. Pero no deseaba regalar tanto dinero. De manera que ideó una forma de eludir esta situación.

Puso la casa en venta, valuándola en una moneda de plata. No obstante, quien comprara la casa debía adquirir un gato. El precio pedido por este animal era de diez mil piezas de plata.

Otro hombre compró la casa y el gato. El primero dio a los pobres la moneda de plata, y guardó en sus bolsillos las diez mil.

La mente de muchas personas funciona de esta manera. Deciden seguir una enseñanza, pero interpretan su relación con ella según su propia conveniencia. Hasta que no venzan esa tendencia, por una educación especial, de ninguna manera podrán aprender.

* * *
El ardid descrito en esta historial, según su relator derviche (Sheikh Nasir el-Din Shah), puede ser deliberado —o puede describir la mente tortuosa que, inconscientemente, hace trampas de esta índole.
El Sheikh, también conocido como “La Lámpara de Delhi” murió en el año 1846. Su tumba está en Delhi, India. Esta versión, a él atribuida, es de una tradición oral de la Orden Chishti. Se usa para introducir la técnica psicológica destinada a estabilizar la mente, haciéndola incapaz de autoengañarse con trampas.

lunes, 22 de julio de 2024

"CUENTOS GÓTICOS COMPLETOS". Sir Arthur Conan Doyle. Alba. Barcelona, 2020.


Darryl Jones ha reunido en este volumen los cuentos góticos completos de Arthur Conan Doyle, treinta y cuatro piezas que, de 1880 a 1922, revelan su original contribución a ese género que acabó sacando a la luz algunas de las obsesiones y tensiones no resueltas de la cultura victoriana. Con prudencia, casi con la seguridad de que no van a ser creídos, los narradores de estos cuentos exponen su testimonio de misteriosas desapariciones, siniestras influencias hipnóticas, llamadas irresistibles al suicidio y a la muerte, animales grotescos, unicornios furiosos, momias que vuelven a la vida… Una colección extraordinaria de personajes y tramas de la mano de uno de los escritores más imaginativos de la literatura británica.

Enlace de lectura y descarga AQUÍ


sábado, 20 de julio de 2024

"CUENTOS DE LOS DERVICHES: Historias-enseñanza de los Maestros Sufis a través de los últimos mil años". Idries Shah


"Cuentos de derviches recoge textos remozados y occidentalizados por Idries Shah. Se trata de una obra didáctica y doctrinaria, embellecida por el encanto de las narraciones tradicionales del Asia milenaria y su clima fantástico y poético. Idries Shah, diestro cuentista que combina el lirismo de Tagore con la serena sabiduría de Krishnamurti, es el más alto exponente del mundo del sufismo (antiguo pensamiento tradicional islámico, para algunos místico, para otros un cuerpo de conocimientos morales) y procura "hacer accesibles a Occidente aquellos aspectos del sufismo que le serían muy beneficiosos", transmitiendo la enseñanza moral y espiritual sufí a través de situaciones muy simples e ingeniosas -analogías, parábolas, apólogos, proverbios- que encierran mensajes de enseñanza interior y de agudo conocimiento del hombre y de la vida."

viernes, 19 de julio de 2024

"EL ORDEN". Un poema de Francisca Aguirre

Deberíamos hacer algo que no fuera morir,
pero a menudo se nos viene la muerte tan callando
que hasta pasado un tiempo no sabemos
que estamos habitando nuestro propio cadáver.
Si nos hubieran advertido,
si un gesto por lo menos nos hubiera indicado
la descomposición que nos poblaba,
tal vez hubiéramos luchado contra el lento enemigo.
Pero había un silencio como el orden,
un retirarse para volver luego,
un fluir de marea mesurada.
Nadie nos quiso dar la mala nueva,
nadie quiso advertirnos del desastre.
Tal vez porque la muerte me fue volviendo extraña
y las viejas palabras no bastaron
y sólo fue posible mirar, mirar cómo avanza la muerte.
Y ahora, del otro lado del silencio
yo contemplo también esa mirada,
ese ver que no pide sino asiste,
ese futuro sin futuro
y me pongo a llorar sobre la vida
diciéndome: Penélope,
deberíamos hacer algo que no fuera morir.

jueves, 18 de julio de 2024

"UN PÁJARO DE AIRE: LA FORMACIÓN DE LOS BILIOTECARIOS Y LA LECTURA EN LA PRIMERA INFANCIA". María Emilia López. Biblioteca Nacional de Colombia. Bogotá, 2015.

¿Qué es leer?, ¿cuándo un niño comienza a leer? Este libro ubica a la lectura en el origen de la relación con la vida: todos los niños leen desde que llegan al mundo, lecturas “emancipatorias” que permiten comenzar a otorgar sentidos a los estímulos infinitos que los rodean. Ese bebé lector de mundo está ávido de palabras, de afecto, de juegos compartidos, de libros y de literatura. ¿Cómo alimentar esa necesidad humana?
 
Partiendo de una experiencia de formación a bibliotecarios durante cuatro años en las bibliotecas públicas de Colombia, la autora analiza los modos en que los niños de 0 a 6 años se apropian de la lectura, la importancia de la oralidad, el valor de los vínculos familiares amorosos, la diversidad de libros, la disponibilidad de los mediadores y, sobre todo, el impacto de una política pública que asume la responsabilidad de crear espacios y condiciones para que todas las familias accedan a experiencias en la biblioteca. En la escritura, recupera bitácoras de trabajo de los bibliotecarios que asistieron a los seminarios de formación y despliega material bibliográfico ofrecido en dichos encuentros, construyendo posibles itinerarios de lectura para quienes están interesados en la formación de mediadores.

“Un pájaro de aire” es una apuesta poética hacia la primera infancia, una invitación al encuentro amoroso entre niños y adultos, una reivindicación del lugar de los más pequeños y sus familias en la sociedad. (Carlos Lomas)

Enlace de lectura y descarga AQUÍ 

miércoles, 17 de julio de 2024

"POEMA EN LÍNEA RECTA". Un poema de Fernando Pessoa (Firmado bajo el heterónimo de Álvaro de Campos)

Nunca he conocido a nadie a quien le hubiesen molido 
a palos.
Todos mis conocidos han sido campeones en todo.

Y yo, tantas veces despreciable, tantas veces inmundo,
tantas veces vil,
yo, tantas veces irrefutablemente parásito,
imperdonablemente sucio,
yo, que tantas veces no he tenido paciencia para bañarme,
yo, que tantas veces he sido ridículo, absurdo,
que he tropezado públicamente en las alfombras de las
ceremonias,
que he sido grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que he sufrido ofensas y me he callado,
que cuando no me he callado, he sido más ridículo todavía;
yo, que les he parecido cómico a las camareras de hotel,
yo, que he advertido guiños entre los mozos de carga,
yo, que he hecho canalladas financieras y he pedido prestado
sin pagar,
yo, que, a la hora de las bofetadas, me agaché
fuera del alcance las bofetadas;
yo, que he sufrido la angustia de las pequeñas cosas
ridículas,
me doy cuenta de que no tengo par en esto en todo el
mundo.

Toda la gente que conozco y que habla conmigo
nunca hizo nada ridículo, nunca sufrió una afrenta,
nunca fue sino príncipe -todos los príncipes-en la vida…
¡Ojalá pudiese oír la voz humana de alguien
que confesara no un pecado, sino una infamia;
que contara, no una violencia, sino una cobardía!
No, son todos el Ideal, si los oigo y me hablan.
¿Quién hay en este ancho mundo que me confiese que ha
sido vil alguna vez?
¡Oh príncipes, hermanos míos,

¡Leches, estoy harto de semidioses!
¿Dónde hay gente en el mundo?

¿Seré yo el único ser vil y equivocado de la tierra?

Podrán no haberles amado las mujeres,
pueden haber sido traicionados; pero ridículo, ¡nunca!
Y yo, que he sido ridículo sin que me hayan traicionado,
¿cómo voy a hablar con esos superiores míos sin titubear?
Yo, que he sido vil, literalmente vil,
vil en el sentido mezquino e infame de la vileza.

Fernando Pessoa

Firmado bajo el heterónimo de Álvaro de Campos
Recogido en Un corazón de nadie. Antología poética (1913-1935)
Traducción, selección y prólogo de Ángel Campos Pámpano
Ed. Galaxia Gutenberg, 2017
ISBN: 9788481096200

martes, 16 de julio de 2024

"EL AYUNO". Un cuento de Émile Zola.

Cuando el vicario subió al púlpito con su amplio sobrepelliz de blancura angelical, la pequeña baronesa estaba beatíficamente sentada en su sitio habitual, cerca de una salida de calor, delante de la capilla de los Santos Ángeles.

Tras el recogimiento habitual, el vicario pasó delicadamente por sus labios un fino pañuelo de batista; luego abrió los brazos como un serafín que va a emprender el vuelo, inclinó la cabeza y habló. En la amplia nave, su voz fue en un primer momento como un murmullo lejano de agua corriente, como un lamento amoroso del viento entre los follajes. Y, poco a poco, el soplo aumentó, la brisa se convirtió en tempestad, la voz se difundió bajo las bóvedas con majestuoso fragor de trueno. Pero siempre, por momentos, incluso en medio de sus más formidables invectivas, la voz del vicario se hacía súbitamente suave, lanzando un claro rayo de sol en medio del sombrío huracán de su elocuencia.

La pequeña baronesa, desde los primeros susurros en las hojas, había adoptado la pose receptiva y encantada de una persona de oído delicado que se dispone a gozar de todas las finuras de una sinfonía amada. Pareció encantada de la suavidad de los primeros acordes; luego siguió, con atención de experta, las elevaciones de la voz, la expansión de la tormenta final, administradas con tanta experiencia; y cuando la voz hubo adquirido toda su amplitud, cuando tronó, engrandecida por el eco de la nave, la pequeña baronesa no pudo reprimir un discreto bravo, un cabeceo de satisfacción. A partir de ese momento, fue un gozo celestial. Todas las devotas se desmayaban. 

Pero el vicario decía algo; su música acompañaba a determinadas palabras. Estaba predicando acerca del ayuno; decía cuán agradables le resultan a Dios las mortificaciones de sus criaturas. Asomado al borde del púlpito, en su actitud de gran pájaro blanco, suspiraba:

-Ha llegado la hora, hermanos y hermanas, en la que todos, como Jesucristo, debemos coger nuestra cruz, coronarnos de espinas, subir a nuestro calvario, con los pies descalzos sobre las rocas y entre las zarzas.

La pequeña baronesa encontró sin duda la frase blandamente redondeada porque parpadeó suavemente como halagada en el corazón. Luego, como la sinfonía del vicario la mecía, mientras continuó escuchando los compases melódicos se dejó llevar hasta una semiensoñación repleta de íntima voluptuosidad. CONTINUAR LEYENDO

lunes, 15 de julio de 2024

"NIEVE, CRISTAL, MANZANA". Un cuento de Neil Gaiman

«Nieve, cristal, manzanas» » (Snow, Glass, Apples) es un relato perturbador en el que Neil Gaiman reinterpreta el clásico cuento de Blancanieves, narrado desde la perspectiva de la madrastra. En esta versión, la madrastra es una bella joven de origen humilde que es seducida por el rey, elevándola a la condición de reina. En el castillo, conoce a la pequeña princesa, quien muestra comportamientos oscuros e inquietantes. Tras la muerte del rey, la nueva reina sospecha que la niña ha estado involucrada en su deceso y ordena que sea llevada al bosque para matarla. Los súbditos cumplen la orden y traen el corazón de la niña, pero este sigue latiendo, revelando que la amenaza puede que no haya sido eliminada del todo.

NIEVE, CRISTAL, MANZANA

No sé qué clase de criatura es ella. Ninguno de nosotros lo sabe. Mató a su madre en el parto, pero eso nunca es suficiente para explicarlo.

Me llaman sabia, pero no lo soy ni mucho menos, por todo lo que preví, fragmentos, momentos congelados, atrapados en charcos de agua o en el cristal frío de mi espejo. Si fuera sabia, no habría intentado cambiar lo que vi. Si fuera sabia, me habría matado antes de encontrarme con ella, antes de atraparle a él.

Sabia, y una bruja, o eso decían, y había visto el rostro de aquel hombre en mis sueños y en reflejos toda mi vida: dieciséis años soñando con él antes de que frenara su caballo junto al puente aquella mañana y me preguntara cómo me llamaba. Me ayudó a subir a su caballo alto y cabalgamos juntos hasta mi casita, yo con la cara hundida en el oro de su cabello. Me pidió lo mejor que tenía; era el derecho de un rey.

Su barba era rojo bronce a la luz de la mañana y le conocí, no como rey, ya que no sabía nada de reyes entonces, sino como mi amor. Tomó todo lo que quería de mí, el derecho de reyes, pero volvió al día siguiente y la noche después: su barba tan roja, su cabello tan dorado, sus ojos del azul del cielo de verano, su piel morena del marrón suave del trigo maduro.

Su hija era sólo una niña: no tenía más de cinco años cuando llegué al palacio. Había un retrato de su madre muerta colgado en la habitación de la torre de la princesa: una mujer alta, el pelo del color de la madera oscura, ojos castaño caoba. Era de una sangre distinta a la de su pálida hija.

La niña no quería comer con nosotros.

No sé en qué parte del palacio comía.

Yo tenía mis propios aposentos. Mi marido, el rey, también tenía sus habitaciones. Cuando me quería me mandaba llamar, y yo iba a él y le daba placer y me llevaba mi placer con él.

Una noche, varios meses después de que me trajeran al palacio, la niña vino a mis aposentos. Tenía seis años. Yo estaba bordando a la luz de una lámpara, entrecerrando los ojos contra el humo y la iluminación irregular de la lámpara. Cuando levanté la vista, ella estaba allí.

—¿Princesa?

No dijo nada. Tenía los ojos negros como el carbón, negros como su cabello; los labios eran más rojos que la sangre. Me miró y sonrió. Sus dientes parecían afilados, incluso entonces, a la luz de la lámpara.

—¿Qué haces fuera de tu habitación?

—Tengo hambre —dijo ella, como cualquier niño.

Era invierno, cuando la comida fresca es un sueño de calor y luz del sol; pero yo tenía ristras de manzanas enteras, secas y sin corazón, colgadas de las vigas de mi aposento, y le bajé una manzana.

—Toma.

El otoño es la época de secar, de conservar, la época de recoger manzanas, de derretir la grasa de la oca. El invierno es la época del hambre, de la nieve y de la muerte; y es la época de la fiesta del pleno invierno, cuando frotamos con la grasa de la oca la piel de un cerdo entero, relleno de las manzanas de aquel otoño; luego lo asamos en el horno o en el asador, y nos preparamos para darnos un festín con la piel crujiente del cerdo.

Cogió la manzana y empezó a masticarla con sus dientes afilados y amarillos. CONTINUAR LEYENDO

domingo, 14 de julio de 2024

"VIDA Y MUERTE DE FEDERICO GARCÍA LORCA". Una novela gráfica/cómic con guión de Ian Gibson e ilustraciones de Enrique Palomo


Federico García Lorca es el poeta y dramaturgo español más famoso del mundo. Y quizás el desaparecido más llorado de la Guerra Civil de 1936-1939. En este cómic, Ian Gibson -su biógrafo y uno de los hispanistas de mayor prestigio internacional- y el reconocido ilustrador Quique Palomo han unido sus talentos para contar las peripecias de una vida tan apasionante como trágicamente truncada, desde el nacimiento del autor del Romancero gitano en el pueblo granadino de Fuente Vaqueros hasta, pasando por Madrid, Nueva York, Cuba y Argentina, su asesinato a manos de los sublevados fascistas en las afueras de la ciudad de la Alhambra.

Siempre solidario con los que sufren, García Lorca fue un manantial permanente de creatividad capaz de alumbrar en solo veinte años una obra universalmente admirada. La historia que aquí se cuenta no dejará indiferente a nadie.

sábado, 13 de julio de 2024

"MÍSTER TAYLOR" Un cuento de Augusto Monterroso

«Míster Taylor» es un cuento de Augusto Monterroso que narra la historia de Percy Taylor, un estadounidense que llega a la selva amazónica en busca de fortuna. Pronto, Taylor descubre la oportunidad de un negocio insólito: la venta de cabezas humanas reducidas. Con el tiempo, la demanda en su país natal de este artículo crece desmesuradamente y Taylor se convierte en un próspero empresario. Sin embargo, este macabro comercio tendrá consecuencias imprevistas y devastadoras, revelando una crítica mordaz a la codicia y la explotación.

MÍSTER TAYLOR

-Menos rara, aunque sin duda más ejemplar -dijo entonces el otro-, es la historia de Mr. Percy Taylor, cazador de cabezas en la selva amazónica.

Se sabe que en 1937 salió de Boston, Massachusetts, en donde había pulido su espíritu hasta el extremo de no tener un centavo. En 1944 aparece por primera vez en América del Sur, en la región del Amazonas, conviviendo con los indígenas de una tribu cuyo nombre no hace falta recordar.

Por sus ojeras y su aspecto famélico pronto llegó a ser conocido allí como "el gringo pobre", y los niños de la escuela hasta lo señalaban con el dedo y le tiraban piedras cuando pasaba con su barba brillante bajo el dorado sol tropical. Pero esto no afligía la humilde condición de Mr. Taylor porque había leído en el primer tomo de las Obras Completas de William G. Knight que si no se siente envidia de los ricos la pobreza no deshonra.

En pocas semanas los naturales se acostumbraron a él y a su ropa extravagante. Además, como tenía los ojos azules y un vago acento extranjero, el Presidente y el Ministro de Relaciones Exteriores lo trataban con singular respeto, temerosos de provocar incidentes internacionales.

Tan pobre y mísero estaba, que cierto día se internó en la selva en busca de hierbas para alimentarse. Había caminado cosa de varios metros sin atreverse a volver el rostro, cuando por pura casualidad vio a través de la maleza dos ojos indígenas que lo observaban decididamente. Un largo estremecimiento recorrió la sensitiva espalda de Mr. Taylor. Pero Mr. Taylor, intrépido, arrostró el peligro y siguió su camino silbando como si nada hubiera pasado.

De un salto (que no hay para qué llamar felino) el nativo se le puso enfrente y exclamó:

-Buy head? Money, money.

A pesar de que el inglés no podía ser peor, Mr. Taylor, algo indispuesto, sacó en claro que el indígena le ofrecía en venta una cabeza de hombre, curiosamente reducida, que traía en la mano.

Es innecesario decir que Mr. Taylor no estaba en capacidad de comprarla; pero como aparentó no comprender, el indio se sintió terriblemente disminuido por no hablar bien el inglés, y se la regaló pidiéndole disculpas.

Grande fue el regocijo con que Mr. Taylor regresó a su choza. Esa noche, acostado boca arriba sobre la precaria estera de palma que le servía de lecho, interrumpido tan solo por el zumbar de las moscas acaloradas que revoloteaban en torno haciéndose obscenamente el amor, Mr. Taylor contempló con deleite durante un buen rato su curiosa adquisición. El mayor goce estético lo extraía de contar, uno por uno, los pelos de la barba y el bigote, y de ver de frente el par de ojillos entre irónicos que parecían sonreírle agradecidos por aquella deferencia. CONTINUAR LEYENDO

viernes, 12 de julio de 2024

"MELANCOLÍA". Un poema de Juana de Ibarbourou

 

La sutil hilandera teje su encaje oscuro
con ansiedad extraña, con paciencia amorosa.
¡Qué prodigio si fuera hecho de lino puro
y fuera, en vez de negra la araña, color rosa!

En un rincón del huerto aromoso y sombrío
la velluda hilandera teje su tela leve.
En ella sus diamantes suspenderá el rocío
y la amarán la luna, el alba, el sol, la nieve.

Amiga araña: hilo cual tú mi velo de oro
y en medio del silencio mis joyas elaboro.
Nos une, pues, la angustia de un idéntico afán.

Mas pagan tu desvelo la luna y el rocío.
¡Dios sabe, amiga araña, qué hallaré por el mío!
¡Dios sabe, amiga araña, qué premio me darán!

jueves, 11 de julio de 2024

"CUANDO SHLEMEL FUE A VARSOVIA". Un cuento de Isaac Bashevis Singer, Premio Nóbel de Literatura en 1978​5​ Biografía

Aunque Shlemel era un vago y un dormilón de mucho cuidado, siempre había rondado por su cabeza la idea de hacer un largo viaje. Había oído muchas historias de países lejanos, de grandes desiertos, de profundos océanos y de altas montañas, y a menudo le decía a su mujer que algún día emprendería un largo viaje. Y ella siempre le decía:

– Shlemel, no estás tú hecho para estos trotes... Lo tuyo es quedarte en casa y cuidar de los niños, mientras yo voy al mercado a vender las verduras.

Y sin embargo, Shlemel no podía abandonar su gran sueño de viajar por el mundo y ver todas sus maravillas.

Y he aquí que llegó a Chelm, el pueblo de Shlemel, un viajante que había visitado la ciudad de Varsovia, y se deshacía en elogios de las grandes avenidas, los bellos edificios y las elegantes tiendas de la capital. Y Shlemel decidió que tenía que ir a ver esta gran ciudad con sus propios ojos. Y comenzó a prepararse para el gran viaje aunque pronto se dio cuenta de que no tenía nada que llevar, que tendría que viajar con la misma ropa que llevaba puesta. Así es que una mañana, después que su mujer se fuera al mercado, se dispuso a partir. Le dijo a su hijo mayor que se quedara en casa cuidando de los pequeños, y cogiendo unas rebanadas de pan, una cebolla y unas cabezas de ajo, inició su viaje.

Había una calle en Chelm que se llamaba, precisamente, Calle de Varsovia, y Shlemel estaba convencido de que, siguiendo esta calle, llegaría a la gran ciudad. Algunos vecinos se extrañaban de verle andar tan decidido y le preguntaban adónde iba. Shlemel les contestaba que se iba a Varsovia.

– ¿Y qué vas a hacer tú en Varsovia?

– Pues lo mismo que hago en Chelm, -decía Shlemel-. Es decir,nada. CONTINUAR LEYENDO

miércoles, 10 de julio de 2024

"LENTO PERO VIENE". Un poema de Mario Benedetti

Lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene

hoy está más allá
de las nubes que elige
y más allá del trueno
y de la tierra firme

demorándose viene
cual flor desconfiada
que vigila al sol
sin preguntarle nada

iluminando viene
las últimas ventanas

lento pero viene
las últimas ventanas

lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene

ya se va acercando
nunca tiene prisa
viene con proyectos
y bolsas de semillas
con ángeles maltrechos
y fieles golondrinas

despacio pero viene
sin hacer mucho ruido
cuidando sobre todo
los sueños prohibidos

los recuerdos yacentes
y los recién nacidos

lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene

ya casi está llegando
con su mejor noticia
con puños con ojeras
con noches y con días

con una estrella pobre
sin nombre todavía

lento pero viene
el futuro real
el mismo que inventamos
nosotros y el azar

cada vez más nosotros
y menos el azar

lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene

lento pero viene
lento pero viene
lento pero viene


martes, 9 de julio de 2024

"REUNIÓN". Un cuento de Julio Cortázar

Nada podía andar peor, pero al menos ya no estábamos en la maldita lancha, entre vómitos y golpes de mar y pedazos de galleta mojada, entre ametralladoras y babas, hechos un asco, consolándonos cuando podíamos con el poco tabaco que se conservaba seco porque Luis (que no se llamaba Luis, pero habíamos jurado no acordamos de nuestros nombres hasta que llegara el día) había tenido la buena idea de meterlo en una caja de lata que abríamos con más cuidado que si estuviera llena de escorpiones. Pero qué tabaco ni tragos de ron en esa condenada lancha, bamboleándose cinco días como una tortuga borracha, haciéndole frente a un norte que la cacheteaba sin lástima, y ola va y ola viene, los baldes despellejándonos las manos, yo con un asma del demonio y medio mundo enfermo, doblándose para vomitar con si fueran a partirse por la mitad. Hasta Luis, la segunda noche, una bilis verde que le sacó a las ganas de reírse, entre eso y el norte que no nos dejaba ver el faro de Cabo Cruz, un desastre que nadie se había imaginado; y llamarle a eso una expedición de desembarco era como para seguir vomitando pero de pura tristeza. En fin, cualquier cosa con tal de dejar atrás la lancha, cualquier cosa aunque fuera lo que nos esperaba en tierra -pero sabíamos que nos estaba esperando y por eso no importaba tanto-, el tiempo que se compone justamente en el peor momento y zas la avioneta de reconocimiento, nada que hacerle, a vadear la ciénaga o lo que fuera con el agua hasta las costillas buscando el abrigo de los sucios pastizales de los mangles yo como un idiota con mi pulverizador de adrenalina para poder seguir adelante, con Roberto que me llevaba el Springfield para ayudarme a vadear mejor la ciénaga (si era una ciénaga, porque a muchos ya se nos había ocurrido que a lo mejor habíamos errado el rumbo y que en vez de tierra firme habíamos hecho la estupidez de largarnos en algún cayo fangoso dentro del mar, a veinte millas de la isla...); y todo así, mal pensado y peor dicho, en una continua confusión de actos y nociones, una mezcla de alegría inexplicable y de rabia contra la maldita vida que nos estaban dando los aviones y lo que nos esperaba del lado de la carretera si llegábamos alguna vez, si estábamos en una ciénaga de la costa y no dando vueltas como alelados en un circo de barro y de total fracaso para diversión del babuino en su Palacio.

Ya nadie se acuerda cuánto duró, el tiempo lo medíamos por los claros entre los pastizales, los tramos donde podían ametrallarnos en picada, el alarido que escuché a mi izquierda, lejos, y creo fue de Roque (a él le puedo dar su nombre, a su pobre esqueleto entre las lianas y los sapos), porque de los planes ya no quedaban más que la meta final, llegar a la Sierra y reunirnos con Luis si también él conseguía llegar; el resto se había hecho trizas con el norte, el desembarco improvisado, los pantanos. Pero searnos justos: algo se cumplía sincronizadamente, el ataque de los aviones enemigos. Había sido previsto y provocado; no falló. Y por eso, aunque todavía me doliera en la cara el aullido de Roque, mi maligna manera de entender el mundo me ayudaba a reírme por lo bajo (y me ahogaba todavía más, y Roberto me llevaba el Springfield para que yo pudiese inhalar adrenalina con la nariz casi al borde del agua tragando más barro que otra cosa), porque si los aviones estaban ahí entonces no podía ser que hubiéramos equivocado la playa, o lo sumo nos habíamos desviado algunas millas, pero la carretera estaría detrás de los pastizales, y después el llano abierto y en el norte las primeras colinas. Tenía su gracia que el enemigo nos estuviera certificando desde el aire la bondad del desembarco. CONTINUAR LEYENDO

lunes, 8 de julio de 2024

"EL MAR". Un poema de Simone Weil

Hace unos días, descubrí el libro de la escritora francesa Simone Weil ‘En el corazón repentino. Obra poética’ y quedé sorprendida. Había leído algunos de sus ensayos filosóficos y políticos, pero desconocía su poesía. Su obra poética no es muy extensa, pero fue muy querida por ella. El libro abarca desde poemas de juventud hasta poemas como el que he elegido hoy, escrito en el invierno de 1941-1942 durante su estancia en Marsella, poco antes de su muerte. Simone Weill fue una de las grandes pensadoras del siglo XX y sus reflexiones aún siguen resonando en nuestros días. Siempre he sentido especial predilección por poemas que hablan del mar, ese extenso espacio de odiseas, esperanzas y también de tragedias. Por esa razón, de todos los posibles, he elegido para compartir el poema titulado precisamente ‘El mar’. (Andrea Villarrubia Delgado)


Mar dócil al freno, mar sumiso en silencio,
mar disperso, de olas encadenadas para siempre,
masa ofrecida al cielo, espejo de obediencia,
para tejer allí cada noche nuevos pliegues,
los astros lejanos ejercen su poder sin esfuerzo.

Cuando la mañana llena todo el espacio,
él acoge y devuelve el don de la claridad.
Un ligero brillo se posa en la superficie.
Él se tiende mientras progresa el día
y, sin ganas, espera, resplandece y se aparta.

Los reflejos de la tarde harán refulgir de pronto
el ala suspendida entre el cielo y el agua.
Las olas fluctuantes clavadas en el fondo,
de donde, una y otra vez, suben y bajan las gotas,
permanecen allí por ley soberana.

La balanza con brazos secretos de agua transparente
se pesa a sí misma, y a la espuma y al hierro,
justiciera solitaria de cada barca errante.
Con el navío un hilo azul traza un vínculo,
sin el menor desvío en su línea visible.

Mar vasto, sé propicio a los infelices mortales,
empujados a tus orillas, perdidos en tu desierto.
A quien va a naufragar háblale antes de que perezca.
Entra hasta el alma, mar, hermano nuestro;
dígnate lavarla en tus aguas de justicia.

SIMONE WEIL
Traducción de Adolfo García Ortega

sábado, 6 de julio de 2024

"HABÍA UNA VEZ UNA MUJER". Un cuento de Haruki Murakami

Había una mujer que de vez en cuando se quedaba a dormir en mi apartamento. Luego desayunábamos juntos, y ella se iba al trabajo. Tampoco ella tiene nombre, pero sólo porque no es un personaje de esta historia. Aparece brevemente y desaparece enseguida. Por eso no le pongo nombre, para no liar las cosas. Pero que nadie piense que me la tomo a la ligera. La apreciaba mucho, y la sigo apreciando ahora que ya no está.

Éramos amigos, por así decirlo. Era, al menos, la única persona con la que podía decir que me unía cierta amistad. Tenía un novio formal, que no era yo. Trabajaba en una compañía de teléfonos, preparando las facturas con el ordenador. Ni yo le pregunté sobre su trabajo ni ella me contó demasiado, pero creo que era eso. Calcular el montante de las facturas telefónicas de otras personas, preparar los recibos, algo por el estilo. Por eso todos los meses, al ver en el buzón el recibo del teléfono, me daba la impresión de estar recibiendo una carta personal.

Además se acostaba conmigo. Dos o tres veces al mes, más o menos. Pensaba que yo había caído de la luna o de algún lugar semejante. “¿Aún no te has vuelto a la luna?” me pregunta entre risas. Estamos en la cama, desnudos, nuestros cuerpos muy juntos, sus pechos contra mi costado. Así pasamos muchas noches, charlando hasta el amanecer. El ruido de la autopista no cesa ni un momento. En la radio suena monótona una canción de los Human League. Human League. ¡Qué nombre tan absurdo! ¿Por qué usarán un nombre tan sin sentido? Antes la gente era mucho más moderada a la hora de ponerle nombre a un grupo. Imperials, Supremes, Flamingos, Falcons, Impressions, Doors, Four Seasons, Beach Boys. CONTINUAR LEYENDO


viernes, 5 de julio de 2024

Miedo. Un cuento / álbum ilustrado de Gabriela Cabal. Ilustraciones: Nora Hilb.

Había una vez un chico que tenía miedo.

Miedo a la oscuridad, porque en la oscuridad crecen los monstruos.

Miedo a los ruidos fuertes, porque los ruidos fuertes te hacen agujeros en las orejas.

Miedo a las personas altas, porque te aprietan para darte besos.

Miedo a las personas bajitas, porque te empujan para arrancarte los juguetes. Mucho miedo tenía ese chico.

Entonces, la mamá lo llevó al doctor. Y el doctor le recetó al chico un jarabe para no tener miedo (amargo era el jarabe).

Pero al papá le pareció que mejor que el jarabe era un buen reto:

-iBasta de andar teniendo miedo, vos! - le dijo -. ¡Yo nunca tuve miedo cuando era chico!

Pero al tío le pareció que mejor que el jarabe y el reto era una linda burla:

-¡La nena tiene miedo, la nena tiene miedo!

El chico seguía teniendo miedo. Miedo a la oscuridad, a los ruidos fuertes, a las personas altas, a las personas bajitas. Y también a los jarabes amargos, a los retos y a las burlas.

Mucho miedo seguía teniendo ese chico.

Un día el chico fue a la plaza. Con miedo fue, para darle el gusto a la mamá.

Llena de personas bajitas estaba la plaza. Y de persona altas.
El chico se sentó en un banco, al lado de la mamá. Y fue ahí que vio a una persona bajita pero un poco alta que le estaba pegando a un perro con una rama. Blanco y negro era el perro. Con manchitas. Muy flaco y muy sucio estaba el perro. 

Y al chico le agarró una cosa acá, en el medio del ombligo.
Y entonces se levantó del banco y se fue al lado del perro. Y se quedó parado, sin saber qué hacer. Muerto de miedo se quedó.

La persona alta pero un poco bajita lo miró al chico. Y después dijo algo y se fue. Y el chico volvió al banco. Y el perro lo siguió al chico. Y se sentó al lado.

-No es de nadie- dijo el chico -¿Lo llevamos?

-No- dijo la mamá.

-Sí- dijo el chico -. Lo llevamos.

En la casa la mamá lo bañó al perro. Pero el perro tenía hambre. El chico le dio leche y un poco de polenta del mediodía. Pero el perro seguía teniendo hambre. Mucha hambre tenía ese perro.

Entonces el perro fue y se comió todos los monstruos que estaban en la oscuridad, y todos los ruidos fuertes que hacen agujeros en las orejas. Y como todavía tenía hambre también se comió el jarabe amargo del doctor, los retos del papá, las burlas del tío, los besos de las personas altas y los empujones de las personas bajitas. Con la panza bien rellena, el perro se fue a dormir. Debajo de la cama del chico se fue a dormir, por si quedaba algún monstruo.

Ahora el chico que tenía miedo no tiene más miedo. Tiene perro.

FIN

Miedo. Buenos Aires: Sudamericana, 1997.
(Ilust. Nora Hilb, Colección: Los caminadores)

jueves, 4 de julio de 2024

III Encontro Nacional em Saúde, Educação e Justiça. Dialogos com o Presídio e a APAC

 


"EL DERECHO A SER FELIZ". Un gran artículo de Graciela Cabal.

¿Por qué este título? Ocurre que mi idea de felicidad estuvo en mi infancia –y está todavía- absolutamente ligada a la lectura, a los libros. Yo también “me figuraba el paraíso bajo la especie de una biblioteca”. Y usé –y uso- los libros, la literatura, como huida, como escudo contra los miedos y desconsuelos.

La niña diminuta que se protegía del frío con un pétalo de rosa; las chicas March, regalando su desayuno de Navidad; el barco de polvo de oro de Peter Pan que yo veía, veía, navegar en el cielo cada vez que me asomaba a la ventanita del altillo de mis abuelos… Y después, más tarde, Remedios, la bella, llevada por un viento irreparable entre el blanco aleteo de sábanas con olor a sol… Puertas a un mundo donde todo es posible: muchachas harapientas que se convierten en reinas, sapos que en verdad son príncipes, el vertiginoso espectáculo del universo encerrado en una pequeñísima esfera tornasolada…

Además sucede que, desde hace tiempo, el tema de la felicidad –y no me refiero sólo a la felicidad que pueden proporcionar los libros- me preocupa y hasta me obsesiona. Es decir, lo que me preocupa es la ausencia de felicidad. Y estoy pensando en mi país, y sobre todo en mi ciudad, Buenos Aires. Qué poca felicidad se respira en Buenos Aires. Cuánta desesperanza.

Al hablar de felicidad me refiero a la de todos, pero especialmente a la de los chicos. Al derecho que los chicos tienen a ser felices. Felices porque sí, con esa dicha revientacorazones de la infancia.

Se ha dicho que cuando uno es muy pequeño comparte la felicidad de los animales, que ignoran la muerte.

“En el tiempo que festejaban mi cumpleaños”, dirá Pessoa, “yo era feliz y nadie estaba muerto”. 

El derecho a ser feliz…¿Está escrito ese derecho, bien clarito, en algún lado?

Es cierto que vendría a ser como un resumen de todos los otros derechos. Pero yo, por si acaso, lo preferiría con un número, el 1, y con unas letras grandes y fosforescentes. Para que nadie se haga el distraído. Para que nadie se piense que la felicidad es cosa de ricos (y los ricos son pocos). Y que para los pobres (y los pobres son muchos) la felicidad es un lujo. O un pecado. O algo del más allá. 

“La infancia es el lugar donde suceden todas las cosas, y suceden de una vez y para siempre, decía Cesare Pavese.

Ahora, yo me pregunto: ¿a los chicos, a nuestros chicos, les está sucediendo la felicidad?

Una de las cosas que pasan de una vez y para siempre en la infancia, son los primeros encuentros con los libros. De ahí la importancia de la calidad de esos primeros encuentros, de esas primeras escenas de lectura de las que, con frecuencia, hablan los escritores en sus libros y que suelen ser vividas como verdaderos deslumbramientos gozosos. ¿Acceden los chicos, nuestros chicos, a esa clase de felicidad?

Difícil hablar de la felicidad de los chicos cuando sabemos que, en el mundo, la mayoría de los chicos son pobres y la mayoría de los pobres son chicos. Que las víctimas primeras de cualquier desgracia, natural o inventada por los hombres, son los chicos.

Difícil hablar de la felicidad de los chicos cuando tantos chicos se han quedado sin oreja que los escuche (esa oreja verde y joven de la que hablaba Gianni Rodari) . Y que de tanto no tener ninguna oreja amiga, muchos chicos se han quedado también sin relato (cada vida es un relato), sin palabras. Y qué peligro cuando alguien se queda sin palabras. Porque son las adicciones las que pasan a ocupar el lugar de las palabras (adicto significa: no dicho).

Difícil hablar de la felicidad de los chicos aquí y ahora, frente al escándalo de chicos sin techo, sin comida, sin escuela, sin hospital, sin agua potable. Escándalo y vergüenza de una sociedad que parece estar suicidándose como nación.

Claro que la felicidad de los chicos es cosa de los grandes. ¿Y es posible para un grande con hambre y sin trabajo, y que se esconde porque no ha podido, piensa, proteger a los suyos de tanta desdicha, es posible, digo, enseñarle a un chico a ser feliz? En una sociedad donde no se valore sino lo que puede justificarse desde el punto de vista de la eficacia, “la causa de los niños”, como decía Françoise Dolto, “está tan mal defendida”.

¿Será que Dios se cansó de los hombres? (de los chicos, no: de los chicos nunca se cansa Dios. Y de las mujeres se cansa, pero poco). ¿Será que Dios, que estaba mirando hacia abajo con su catalejo divino para ver cómo andaban las cosas, justo tuvo la ocurrencia de enfocar el país de nosotros y lo que vio lo hizo enojar y nos retiró su amistad? Hace tanto tiempo que no se aparece por acá el arco iris, que es la señal de amistad de Dios, como cualquiera sabe…

No. La culpa de esto no la tiene Dios. Tampoco la tenemos todos, como gustan tranquilizarse algunos. La culpa la tienen los mandamases de turno que mueven las fichas para que cada vez haya menos ricos más ricos y más pobres bien pobres. CONTINUAR LEYENDO

"PUDIERA SER". Unpoema de Alfonsina Storni.

Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
no fuera más que aquello que nunca pudo ser,
no fuera más que algo vedado y reprimido
de familia en familia, de mujer en mujer.

Dicen que en los solares de mi gente, medido
estaba todo aquello que se debía hacer...
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
de mi casa materna... Ah, bien pudiera ser...

A veces en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero, se le subió a los ojos
una honda amargura, y en la sombra lloró.

Y todo esto mordiente, vencido, mutilado,
todo esto que se hallaba en su alma encerrado,
pienso que sin quererlo lo he libertado yo.

martes, 2 de julio de 2024

"YO, EL LÁPIZ". Un cuento de Leonard E. Read. Introducción de Milton Friedman.

Yo soy un lápiz de grafito, el típico lápiz de madera tan conocido por todos los chicos, chicas y adultos que saben leer y escribir.

Escribir es al mismo tiempo mi vocación y mi distracción, eso es todo lo que hago. Ustedes se preguntarán por qué debo confeccionar mi árbol genealógico. Bueno, para empezar mi historia es interesante. Y además, yo soy un misterio, mayor aún que el que puede representar un árbol, un atardecer o un relámpago. Lamentablemente, quienes me utilizan dan por sentado que soy un mero incidente, carente de todo pasado. Esta actitud me relega al nivel de algo meramente trivial. La humanidad cae así en una especie de penoso error, con el cual no podrá persistir mucho tiempo sin peligrar.

Yo, el lápiz, si bien en apariencia soy algo sencillo, merezco vuestro asombro y admiración, por las razones que más adelante probaré. En realidad, si ustedes logran entenderme -lo que realmente es mucho pedir de alguien-, si consiguen darse cuenta del milagro que vengo a simbolizar, podrán ayudar a salvar la libertad que desgraciadamente la humanidad de a poco va perdiendo. Tengo una profunda lección que enseñar. Y puedo trasnmitirla mejor que lo que un automóvil, un aeroplano o una lavadora de platos podrían hacerlo, en virtud de ser aparentemente algo muy simple.

¿Simple? Sin embargo, ni una sola persona sobre la tierra sabe cómo hacerme. Esto suena fantástico ¿no es cierto?. Especialmente cuando se toma conciencia que alrededor de cien a cien millones y medio de unidades como yo son producidas en los Estados Unidos cada año.

Tómenme y obsérvenme. ¿Qué es lo que ven? Sus ojos no encontrarán gran cosa -hay un poco de madera, barniz, la etiqueta, la mina de grafito, algo de metal y una goma de borrar. CONTINUAR LEYENDO

lunes, 1 de julio de 2024

"ESCUELA". Un poema de León Felipe

Oí tocar a los grandes violinistas del mundo,
a los grandes «virtuosos».
Y me quedé maravillado.
¡Si yo tocase así!… ¡Como un «Virtuoso»!
Pero yo no tenía
escuela
ni disciplina
ni método…
Y sin estas tres virtudes
no se puede ser «Virtuoso».
Me entristecí.
Y me fui por el mundo a llorar mi desdicha.

Una día oí… en un lugar… no sé cuál…
«Sólo el virtuoso puede ver un día la cara de Dios».
Yo sé que la palabra «Virtuoso»
tiene un significado equívoco, anfibológico,
pero, de una o de otra manera, pensé,
yo no seré nunca un «Virtuoso»…
y me fui por el mundo a llorar mi desdicha.

Anduve… anduve… anduve…
descalzo muchas veces,
bajo la lluvia y sin albergue…
solitario.
Y también en el carro itinerario
más humilde de la farándula española.
Así recorrí España.
Vi entonces muchos cementerios,
estuve en humildes velorios aldeanos
y aprendí cómo se llora en los distintos pueblos españoles.
Blasfemé.
Viví tres años en la cárcel…
no como prisionero político,
sino como delincuente vulgar…
Comí el rancho de castigo con ladrones y grandes asesinos…
viajé en la bodega de los barcos
les oí contar sus aventuras a los marineros
y su historia de hambre a los miserables emigrantes.
He dormido muchas noches, años, en el África Central,
allá, en el Golfo de Guinea, en la desembocadura del Muni,
acordando el ritmo de mi sangre
con el golpe seco, monótono y tenaz
del tambor prehistórico africano
de tribus indomables…
He visto a un negro desnudo
recibir cien azotes con correas de plomo
por haber robado un viejo sombrero de copa
en la factoría del Holandés.
Vi parir a una mujer
y vi parir a una gata…
y parió mejor la gata;
vi morir a un asno
y vi morir a un capitán.
y el asno murió mejor que el capitán.
Y ese niño, ¿por qué ha llorado toda la noche ese niño?
No es un niño, es un mono ─me dijeron.
Y todos se rieron de mí.
Yo fui a comprobarlo
y era un mono pequeño en efecto,
pero lloraba igual que un niño,
más desgarrada, más dolorosamente que todos los niños
que yo había oído llorar en el mundo.
El Sargento me explicó:
—Anoche en el bosque matamos al padre y a la madre,
y nos trajimos al monito.
¡¡Cómo lloraba el monito!!

Estuve en una guerra sangrienta,
tal vez la más sangrienta de todas.
Viví en muchas ciudades bombardeadas,
caminé bajo bombas enemigas que me perseguían,
vi varios palacios derruidos, sepultando
entre sus escombros niños y mujeres inocentes.
Una noche conté cientos de cadáveres
buscando a un amigo muerto.
Viví en manicomios y hospitales.
Estuve en un leprosario
(junto al lago petrolífero y sofocante de Maracaibo),
me senté a la misma mesa con los leprosos.
Y un día, al despedirme,
les di la mano a todos
sin guantelete, como el Cid…
no tenía otra cosa que darles.
He dormido sobre el estiércol de las cuadras,
en los bancos municipales
he recostado mi cabeza en la soga de los mendigos,
y me ha dado limosna ─Dios se lo pague─
una prostituta callejera.
Si recordase su nombre lo dejaría escrito aquí orgullosamente
en este mismo verso endecasílabo.
¿oh que alegría!, poder pagar una letra,
una deuda, una limosna de amor
a los cincuenta años vencida.

Y esta llaga que llevo aquí escondida
—desde mozo, hace 60 años—,
que sangra, que supura, no se cierra
y no puedo enseñarla por pudor.
No es herida gloriosa de guerra…
¡Pero hay llagas redentoras!

Una vez… alguien me llevó ciego
a un lugar de pesadilla… de bicéfalos monstruos.
¿Alguien?… ¿o fue el veneno antiguo y poderoso de mi sangre
que está ahí, agazapado como un tigre,
se levanta a veces, deforma el Amor
y me deja sin defensa
en un mundo subyugante, satánico y angélico a la vez,
donde se pierde al fin la voluntad
y uno ya no puede decir quién quiere que venza,
si la luz o la sombra?
Sin embargo,
aquella vez vencieron y me salvaron los ángeles…
Pero yo no fui un soldado valiente.
¡Oh el amor, el amor…! ¡Qué formas toma a veces!
¿Por qué ha de ser así?
¿Por qué este veneno de la sangre está ahí siempre,
agazapado como un tigre, y no se va,
y a veces se levanta, y lucha… y, ¡ay!, puede más que los ángeles?

Volví a blasfemar.
Quiero contarlo todo.
Que vengan el pregonero,
el cura
el psiquiatra,
el albañil…
Quiero que sepa todo el mundo
cómo
y de qué
está construida mi casa.
Otra vez,
desesperado,
quise escaparme por la puerta maldita y condenada
y mi ángel de la guarda me tomó por los hombros
y me dijo severo: no es hora todavía…
hay que esperar.
Y esperé.
Y sufrí,
y lloré otra vez.
He visto llorar a mucha gente en el mundo
y he aprendido a llorar por mi cuenta.
El traje de las lágrimas
le he encontrado siempre cortado a mi medida.

Viví en Norteamérica seis años, buscando a Whitman,
y no lo encontré. Nadie le conocía.
Hoy tampoco le conocen.
¡Pobre Walt!, tu palabra «Democracy»
la ha pisoteado el Ku-Klux-Klan…
y «aquella guerra», ¡ay!, aquella guerra la perdisteis los dos:
Lincoln y tú.

Llegué a México montado en la cola de la Revolución.
Corría el año 23…
y aquí planté mi choza,
aquí he vivido muchos años,
aquí he vivido,
he llorado,
he gritado,
he protestado
y me he llenado de asombro.
He presenciado monstruosidades y milagros:
aquí estaba cuando mataron a Trotsky
y cuando asesinaron a Villa,
cuando fusilaron a 40 generales juntos…
y aquí he visto a un indito,
a todo México
arrodillado llorando ante una flor.

He acompañado a la muerte muchas veces:
la vi a la cabecera de mi madre,
de mi compañera,
de amigos innumerables…
He sufrido y sufro el destierro…
Y soy hermano de todos los desterrados del mundo.

Tengo un amigo judío que estuvo en Auschwitz
y me ha enseñado las cicatrices del látigo alemán.
He estado en el infierno.
En un infierno que Dante y Virgilio no soñaron siquiera.
Salí del infierno… y he rezado mucho después.
Me sepultaron vivo
y me escapé de la tumba.

He vivido largos años
y he llegado a la vejez
con un saco inmenso,
lleno de recuerdos,
de aventuras,
de cicatrices,
de úlceras incurables,
de dolores,
de lágrimas,
de cobardías y tragedias…
y ahora… de repente,
a los 80 años
me doy cuenta de que sé tocar muy bien el violín…
que soy un «Virtuoso»,
que puedo tocar en los grandes conciertos del mundo.
(El hombre y el poeta
son un mismo y único instrumento.)
Me gusta haber dado con mi almendra
antes de morirme
Me gusta haber llegado a la vejez
siendo un gran violinista…
un Virtuoso.
Pero… con esta definición
que oí cierta vez en un lugar… no sé cuál:
«Sólo el Virtuoso puede ver un día la cara de Dios».