España se encuentra en el grupo de países para los que el analfabetismo no es un problema: casi el 98% de la población sabe leer. Pero algo más de un tercio de esos ciudadanos no ejerce cotidianamente esa habilidad. No lee ni libros ni periódicos, y suponemos que limitará su capacidad a distinguir por el rótulo una panadería de una tienda de muebles o a comunicarse de aquella manera (y lengua) con los diferentes artilugios de la sociedad digital, que de eso nadie se priva. Esos ajenos a la lectura argumentan por mitades que no tienen tiempo (sic) o que semejante ejercicio no les interesa o no les gusta. Vamos, que no se les ha perdido nada en este tipo de letras, algo que resulta imposible de entender para los que pertenecemos y participamos de la vieja cultura libresca.
Esto de arriba lo decía el CIS en su última encuesta. Coincidiendo con esta noticia me he entretenido con una investigación que analiza la lectura voluntaria entre los estudiantes españoles de diez a dieciocho años, por territorios, géneros y “características asociadas”. Es un artículo de un grupo de estudiosos andaluces encabezado por Ramón Mendoza y recién publicado en la revista “Erebea”. Ya saben, los chavales bromean con este diálogo: “¿Cuál es el último libro que leíste voluntariamente? ‘Teo va a la escuela’”. CONTINUAR LEYENDO
No hay comentarios:
Publicar un comentario