Si Mark Twain viviera, mejor sería darme por muerto.
Samuel L. Clemens, alias Mark Twain, aprendió a pilotear un barco de vapor, incendió un bosque, combatió en la guerra, invirtió (y perdió) todos sus ahorros en máquinas prometedoras (que resultaron un fracaso rotundo), buscó oro y hasta profetizó el futuro. Si viviera, no hubiera tenido reparos en desterrarme o mandarme a fusilar. He fallado a su advertencia al inicio de Las aventuras de Huckleberry Finn: “Las personas que intenten encontrar un motivo en esta narración serán procesadas; las que intenten encontrarle una moraleja serán desterradas; las que intenten descubrirle una trama serán fusiladas”.
Como tantos más, desafío su ocurrencia porque todavía quedan en las páginas en las que habitan sus personajes, misterios abandonados en barcos y fortunas escondidas en ataúdes.
Fuente: Fundación Cuatrogatos
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