El discurso que pronunció el escritor Juan Goytisolo al recibir el Premio Cervantes ha suscitado distintos pareceres. Hay quienes, como Imanol Zubero, lo han alabado por su sinceridad y compromiso, calificándolo de maravilloso y recomendando su escucha, su lectura, su relectura y su práctica; y hay quienes lo ha criticado, como Fernando Aramburu, por su falta de coherencia. Aquí os dejo el discurso y una de esas críticas desfavorables en la seguridad de que será vuestro buen juicio el que continuará con el debate.
En términos generales, los escritores se dividen en dos esferas o clases: la de quienes conciben su tarea como una carrera y la de quienes la viven como una adicción. El encasillado en las primeras cuida de su promoción y visibilidad mediática, aspira a triunfar. El de las segundas, no. El cumplir consigo mismo le basta y si, como sucede a veces, la adicción le procura beneficios materiales, pasa de la categoría de adicto a la de camello o revendedor. Llamaré a los del primer apartado, literatos y a los del segundo, escritores a secas o más modestamente incurables aprendices de escribidor. ACCEDER AL DISCURSO
CRÍTICA AL DISCURSO: No me gustó el discurso de Juan Goytisolo (Fernando Aramburu)
Le concedieron el Premio Cervantes a Juan Goytisolo. Bien. Ha escrito, ha trabajado, ha reflexionado, forma parte de nuestra educación llamémosla intelectual. Merece un reconocimiento. Su discurso no me gustó, tampoco las maneras. Pero hay algo peor: la falta de coherencia y, quizá, quizá, de sinceridad.
Un escritor que se define como estepario y después postula la intervención del intelectual en los asuntos de la sociedad incurre en una cruda contradicción. O estás en la estepa o estás en la urbe. Esta contradicción es de naturaleza menor; pero, en el caso de Juan Goytisolo, es una de tantas.
He visto en Twitter el recorte de periódico donde figuraba la pomposa declaración de Goytisolo, formulada a principios de este siglo, según la cual jamás aceptaría el premio que recibió ayer, cosa que estaría dispuesto a asentar por escrito ante un notario. Una bravuconada, como se ve, que no pasó a mayores.
Gusta Goytisolo de repetir, no sin cierta escasez de matices, que el escritor debe intervenir en la realidad. Yo, que también resido en el extranjero, me pregunto cuál es la realidad de un escritor que vive en Marruecos. Y también me pregunto si el referido escritor no podría intervenir en forma crítica en la realidad que lo rodea o que le es físicamente más cercana, en la cual, por cierto, se dispensa un trato vejatorio a las mujeres, a los homosexuales (él, declaradamente, lo es) y no hay libertad de opinión y, al menor desliz, lo espera a uno la cárcel, el látigo y cosas peores. ACCEDER AL ARTÍCULO
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