sábado, 5 de abril de 2025

"LITERATURA SIN MUJERES... ¿TODAVÍA? La columna de Yolanda Reyes en El tiempo (05 de febrero 2023)

Hay tipos de novela que ya no se escriben: las de espías o las de mar. Tal vez porque corresponden a experiencias del pasado”, escribió Santiago Gamboa en su reciente columna de ‘El Espectador’, y organizó una ruta de tendencias literarias en torno a lo que considera “el predominio de dos formas: la novela negra y sus matices intermedios, y las novelas de autoficción, engastadas en historias (…) de ‘formación’ literaria o de retratos familiares”.

Aunque descreo de las taxonomías literarias casi tanto como de las listas de libros más vendidos, me interesó entender cómo veía reflejadas el autor “las experiencias del presente” en la escritura, y a medida que él iba rastreando paternidades literarias y trazando rutas desde Cervantes, Rilke, Joyce y Borges hasta Knausgård, Vila-Matas, Fresán o Abad, yo me sorprendía al ver que las mujeres estaban tan ausentes de la lista como las novelas de espías.

La excepción de los tres renglones finales, en los que salían “los (sic) que escriben novelas de toda la vida” y se mencionaban a la “gran” Almudena Grandes y la italiana Elena Ferrante”, parecía confirmar el sesgo. No entendí si esa mención de dos escritoras de “novelas de toda la vida” –¿qué significa?– era una generalidad que excusaba el no poder decir algo más específico sobre sus obras, o si se trataba de una “galantería” condescendiente. Comoquiera que sea, la mención es diciente: en el caso de Ferrante, que es un seudónimo, el escritor fantasma puede ser varón. Y en el de Grandes, de cuya obra se puede decir tanto, ya no escribirá más porque se ha muerto.

Me interesa la “lista” de Gamboa porque las bibliotecas, reales e imaginarias, son cartografías para intentar comprender el mundo y darle un orden. Y puesto que las representaciones humanas, transformadas en palabras y símbolos, van creando metáforas de las ideas y de las emociones, y abren –o cierran– mundos posibles, esas taxonomías ilustran los sistemas de clasificación imperantes durante siglos, con sus sesgos invisibles e inconscientes.

Por citar un ejemplo obvio, recuerdo la bibliografía que recibí en la universidad (quizás la misma leída por Gamboa), en la que no figuraban, más que como excepciones meritorias, un par de mujeres. Si como dice Rebecca Solnit, “las bibliotecas contienen todas las historias que se han contado, existen bibliotecas fantasma con todas las historias que no se han contado”, y “los fantasmas superan a los libros por una cifra inimaginablemente vasta”.

Sirve poco de consuelo saber que en todos los oficios fue igual y que los rescates de algunas mujeres borradas de los oficios, las ciencias y las artes es una tarea arqueológica, con muchas huellas perdidas o simplemente inexistentes. Ese es el pasado, a pesar de los esfuerzos para darle otras lecturas, y hace parte inevitable del presente: de lo que somos (o no fuimos). Sin embargo, así como nos enseña Kuhn sobre los paradigmas científicos que hacen crisis y son reemplazados por otros que reorganizan paulatinamente la experiencia, ningún sistema de clasificación está a salvo de la experiencia cambiante y compleja que es la vida, y que se refleja, cada vez de formas más hermosas y diversas, en la literatura.

Si, como afirma Siri Hustvedt, dividimos, clasificamos y creamos fronteras, a menudo inconscientes, conviene interrogar las listas para rastrear los órdenes simbólicos que nos impiden ampliar nuestras miradas, y sospechar, con toda la curiosidad intelectual, de lo que encaje en taxonomías inamovibles.

En tiempos de fronteras cambiantes y porosas, la literatura está abriendo rutas que expanden nuestras formas de escribir y de leernos, y que están explorando, es importante decirlo, las mujeres.

viernes, 4 de abril de 2025

"EL SÁTIRO SORDO". Un cuento de Rubén Darío

Habitaba cerca del Olimpo un sátiro, y era el viejo rey de su selva. Los dioses le habían dicho: “Goza, el bosque es tuyo; sé un feliz bribón, persigue ninfas y suena tu flauta”. El sátiro se divertía.

Un día que el padre Apolo estaba tañendo la divina lira, el sátiro salió de sus dominios y fue osado a subir al sacro monte y sorprender al dios crinado. Éste le castigó tornándole sordo como una roca. En balde en las espesuras de la selva llena de pájaros se derramaban los trinos y emergían los arrullos. El sátiro no oía nada. Filomela llegaba a cantarle sobre su cabeza enmarañada y coronada de pámpanos, canciones que hacían detenerse los arroyos y enrojecerse las rosas pálidas. Él permanecía impasible, o lanzaba sus carcajadas salvajes y saltaba lascivo y alegre cuando percibía por el ramaje lleno de brechas alguna cadera blanca y rotunda que acariciaba el sol con su luz rubia. Todos los animales le rodeaban como a un amo a quien se obedece.

A su vista, para distraerle, danzaban coros de bacantes encendidas en su fiebre loca, y acompañaban la armonía, cerca de él, faunos adolescentes, como hermosos efebos, que le acariciaban reverentemente con su sonrisa; y aunque no escuchaba ninguna voz, ni el ruido de los crótalos, gozaba de distintas maneras. Así pasaba la vida este rey barbudo que tenía patas de cabra.

Era sátiro caprichoso.

Tenía dos consejeros áulicos: una alondra y un asno. La primera perdió su prestigio cuando el sátiro se volvió sordo. Antes, si cansado de su lascivia soplaba su flauta dulcemente, la alondra le acompañaba.

Después, en su gran bosque, donde no oía ni la voz del olímpico trueno, el paciente animal de las largas orejas le servía para cabalgar, en tanto que la alondra, en los apogeos del alba, se le iba de las manos, cantando camino de los cielos.

La selva era enorme. De ella tocaba a la alondra la cumbre; al asno, el pasto. La alondra era saludada por los primeros rayos de la aurora; bebía rocío en los retoños; despertaba al roble diciéndole: “Viejo roble, despiértate”. Se deleitaba con un beso del sol: era amada por el lucero de la mañana. Y el hondo azul, tan grande, sabía que ella, tan chica, existía bajo su inmensidad. El asno (aunque entonces no había conversado con Kant) era experto en filosofía según el decir común. El sátiro, que le ve ramonear en la pastura, moviendo las orejas con aire grave, tenía alta idea de tal pensador. En aquellos días el asno no tenía como hoy tan larga fama. Moviendo sus mandíbulas no se había imaginado que escribiese en su loa Daniel Heinsius, en latín, Passerat, Buffot y el gran Hugo en francés, Posada y Valderrama en español.CONTINUAR LEYENDO

jueves, 3 de abril de 2025

"YO TRABAJO COMO UNA MULA". Un poema de Mayte Gómez Molina de su libro "Los trabajos sin Hércules".

Yo trabajo como una mula
Las mulas son cruces
entre caballos y burras y son
estériles

Quizás trabajar como una mula viene de
que toda tu vida es trabajo ya que
no puedes parir no puedes criar
no puedes crear,
relincha come
tira del arado espanta las moscas
vuelve al corral

En el pueblo de mi primer novio había
una mula atada a un palo
y a su alrededor había dibujado un círculo perfecto,
el radio de su cautiverio,
esclava como los corceles de un tiovivo
condenados a girar en torno a un eje
esperando, siempre esperando
a que se parta la cuerda
el motor la fusta
el arado

Lo que la mula no sabía ni
nosotras tampoco
es que si se parte la cuerda
nos quedaremos a un paso del perímetro,
dibujando un círculo nuevo
cerca de la comida y lo conocido

¿Quién nos va a volver a enseñar a no hacer nada?

miércoles, 2 de abril de 2025

El nacimiento de la col. Un cuento de Rubén Darío


EL NACIMIENTO DE LA COL

Rubén Darío

En el paraíso terrenal, en el día luminoso en que las flores fueron creadas, y antes de que Eva fuese tentada por la serpiente, el maligno espíritu se acercó a la más linda rosa nueva en el momento en que ella tendía, a la caricia del celeste sol, la roja virginidad de sus labios.
-Eres bella.
-Lo soy -dijo la rosa.
-Bella y feliz – prosiguió el diablo-. Tienes el color, la gracia y el aroma. Pero…
-¿Pero?…
-No eres útil. ¿No miras esos altos árboles llenos de bellotas? Ésos, a más de ser frondosos, dan alimento a muchedumbres de seres animados que se detienen bajo sus ramas. Rosa, ser bella es poco…
La rosa entonces –tentada como después lo sería la mujer- deseó la utilidad, de tal modo que hubo palidez en su púrpura.
Pasó el buen Dios después del alba siguiente.
-Padre –dijo aquella princesa floral, temblando en su perfumada belleza-, ¿queréis hacerme útil?
-Sea, hija mía –contestó el Señor, sonriendo.
Y entonces vio el mundo la primera col.

FIN