viernes, 29 de enero de 2016

El viaje ilustrado: una propuesta para viajar leyendo. Por Mireia Duran i Passola (Revista "Había una vez")

La humanidad, el viaje y la literatura han formado un triángulo indisoluble en el cual, desde tiempos inmemoriales, el narrador cuenta sus andanzas y aporta el bagaje de sabiduría adquirido mientras viaja. En este artículo, se suma a esta tríada la ilustración, a través de una propuesta de libros álbum que abordan el viaje desde distintas aristas.

Érase una vez, cuando el hombre era nómada y tenía que desplazarse en busca de alimentos y habitáculo, que el viaje formaba parte imprescindible del día a día e implicaba la gran aventura de la supervivencia. Con el paso del tiempo, a pesar de convertirse en sedentario, la necesidad de viajar persistió y se ha mantenido hasta nuestros días. Quizás por ello la literatura, también desde sus inicios en la tradición oral y hasta la actualidad, ha transmitido relatos en los que la necesidad de viajar sigue siendo motivo de infinidad de libros para todo tipo de lectores.

¿Qué nos mueve a viajar? Podemos viajar para descubrir, explorar, estudiar, conocer, trabajar, conquistar, huir o, simplemente, por turismo. Viajes que pueden ser buscados y deseados, o bien forzados y sobrecogedores. En cualquier caso, sea cual sea la intención inicial del viaje, al final puede quedar un testimonio escrito que configura la riqueza literaria o bien un relato fantástico. Ambos permitirán al lector o al oyente abandonar momentáneamente su universo cotidiano para entrar en el universo ajeno que se le propone.

A lo largo de la historia de la narrativa oral y de la literatura, los viajes (en latín viaticum: vía, camino) han sido un tema recurrente. Desde Homero a Ibn Battuta y Marco Polo, pasando por Darwin o Verne, hasta la actualidad, el relato de viajes y aventuras ha generado miles de textos e imágenes que podemos diferenciar en ficción (novelas, poemas, cuentos y leyendas) o no ficción (diarios, artículos, crónicas, guías, cuadernos de viaje o de bitácora en el caso marítimo, mapas, etc.). Tal y como explica Cheilan (1), la diferencia esencial entre ambos grupos es que la ficción no debe rendir cuentas a la realidad, mientras que en la documentación es requisito imprescindible. CONTINUAR LEYENDO

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