sábado, 16 de enero de 2016

Libros sin edad. Acerca de libros, lectores. dádivas y puentes. Conferencia de Mª Teresa Andruetto.

1. Una niña lee libros para grandes.

Cierta vez, mi papá trajo a nuestra casa unaHistoria Ilustrada de la Pintura. Estoy hablando de una época en la que no sólo no existía internet, sino que casi tampoco accedíamos a reproducciones, de modo que en aquel libro que tenía pequeñas imágenes de grandes obras, rectángulos no más grandes que una cajita de fósforos, a razón de cinco por página, vi casi todas las obras de arte que conozco. Así sucede que un libro que hace muchos años fue a parar a otras manos, está en mi memoria como una suerte de museo universal, La matriz de todos los museos a los que he ido y todos los que nunca visitaré. Ahí estaban La Anunciación, de Simone Martini, Santa Ana con la Virgen y el Niño, de Leonardo; Lapesadora de perlas, de Vermeer; La muerte de la Virgen, de Caravaggio; La batalla de San Romano, de Paolo Uccello; Adán y Eva, de Durero; Las espigadoras, de Jean-François Millet; La comida frugal, de Picasso, y Los jugadores de cartas, de Cézanne, entre muchos otros (mientras repaso en la memoria aquellas imágenes me pregunto por qué no habría allí mujeres, ¿es que acaso ellas no pintaban?), y estaba el Autorretrato ante el caballete, de Rembrandt. Aun en aquella pequeña reproducción, se podían ver los ojos desolados de un hombre que lo tuvo y lo ha perdido todo, un hombre al que le han embargado cuanto posee, incluso lo que su mano es capaz de producir, pero que aun así no puede dejar de pintar. Está frente a nosotros, con su gorro de dormir y su camisón, ha levantado los ojos de la tela y nos mira. Desde 1660, la fecha de su realización, no ha dejado de preguntarnos:¿has visto lo que soy, en qué me he convertido? El hombre que se pintó a sí mismo más de sesenta veces, aquel al que podríamos considerar un egocéntrico, se ha convertido en su opuesto, una persona capaz de mirarse sin prejuicios y sin piedad a lo largo de la vida y de mostrarse ante nosotros joven, soberbio, excéntrico, maduro, sensato, dolorido, miserable…, en fin, un hombre. La imagen de ese hombre (el que habita detrás del artista) me persiguió tanto que termine escribiendo sobre un poema que se llama, precisamente, "Autorretrato ante el caballete", del que leo un fragmento:

Esto es lo que queda / de un hombre que se muere: /un pincel y la mano agrietada/ que sostiene el pardo, el rojo, / el amarillo... la mano que va, / que se desvela, desde el charc / de luz hacia la tela.


(Esta conferencia de María Teresa Andruetto está incluida en el libro "La lectura, otra revolución", de Fondo de Cultura Económica. Se reproduce con la autorización de su autora).
Fuente: Fundación Cuatrogatos

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