domingo, 24 de enero de 2016

Literatura y compromiso: hacer preguntas para buscar respuestas. Isabel Tejerina Lobo. Departamento de Filología. Universidad de Cantabria

[...] El tema del compromiso y la literatura es antiguo y polémico. Desde quienes defienden una literatura centrada en el mundo de lo imaginario, y supuestamente alejada de cualquier postura ideológica concreta, hasta los fervores del “realismo socialista” y de la llamada “literatura social” hay muchos elementos de reflexión y debate.

En esta controversia existe un doble plano que, desde mi particular opinión sobre un tema que me preocupa seriamente y sin pretensión de atender a sus numerosos aspectos, me parece que debemos tener muy presente. Ese doble plano considera dos planteamientos que no se pueden desligar: tan cierto como el principio general de que el escritor debe atender únicamente, sin censuras o presiones externas, a la calidad expresiva del texto y sus leyes artísticas internas, y que su misión, por valiosos que sean los mensajes, no puede ser nunca la de adoctrinar, lo es el hecho de que en toda obra siempre hay una ideología subyacente y la neutralidad no existe ni en la literatura ni en la vida. Y, en este punto, como propugnaba Albert Camus, sin la obligación de adscribirse a un ideario concreto, a ningún ser humano se le puede perdonar el no adoptar una postura definida ante los problemas sociales y políticos de su época; el no actuar en la vida diaria, conforme con esa postura; el no intentar hacer de este mundo un lugar algo mejor. Menos entonces a un escritor, cuya responsabilidad moral, por su influencia en los lectores, es muy superior. Aunque la ideología no deba formar parte de las intenciones, sino de la experiencia vital del artista, la literatura tiene que ser comprometida, “engagée”, pero nunca planfletaria. Debe ahondar en el ser humano y en la realidad y unir la belleza de la palabra con la significatividad de lo que se dice, porque como dijo el filósofo José Mª Valverde “sin ética no hay estética”. A la literatura acudimos una y otra vez en una búsqueda incesante de belleza y de verdad, desde la estética y desde la ética, en la óptica de Fernando Savater: “me interesa la ética porque hace la vida humanamente aceptable y la estética porque la hace humanamente deseable.” [...]


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