En "La vida es bella" —la conocida película de Roberto Benigni— Guido Orefice, el protagonista, inventa una gran mentira: todo lo que en el campo de concentración está pasando forma parte de un juego. El objetivo es conseguir que su pequeño hijo, Giosuè, pueda superar el difícil trance de la vida en el lager. Me pregunto si no estará sucediendo algo parecido con nuestros hijos y alumnos: la insensibilización ante el horror y el sufrimiento ajeno. Pienso especialmente en la violencia gratuita de la televisión y el cine; y en las propuestas de los videojuegos, donde masacrar marcianos o atropellar inválidos y ancianos es algo habitual.
En carne propia
Afortunadamente, no todo es así. Hay también mucha y buena literatura para niños y jóvenes que refleja adecuadamente el problema de la guerra, dejando testimonio de tanta tragedia y ayudando a pensar a los jóvenes lectores. Muchos escritores que participaron en la guerra o que durante su infancia vivieron esta experiencia vuelven sobre ella en sus novelas, convertidas en testimonios literarios de gran fuerza evocadora. Baste recordar algunas de las obras de Francisco Ayala, Delibes o Sender. Quienes fueron niños durante la guerra vivieron una experiencia que no han podido olvidar y que en todos dejó su influencia. Martín Gaite, Sánchez Ferlosio, Benet, Jesús Fernández-Santos, Ana María Matute, Aldecoa, García Hortelano, Caballero Bonald y tantos otros, han dejado páginas sobrecogedoras sobre el tema. CONTINUAR LEYENDO
Fuente: imaginaria.com
José Luis Polanco es profesor en Santander, especialista en literatura infantil y forma parte del equipo de redacción de la revista Peonza. Este artículo fue extraído, con autorización de sus editores, de la revista Peonza N° 50, Santander (Cantabria, España), octubre de 1999.
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