miércoles, 16 de diciembre de 2015

ESCRIBIR PARA LEER Y VICEVERSA. Daniel Cassany. Universitat Pompeu Fabra

Es obvio que, entre otros factores, el reciente desarrollo de las tecnologías de la información está modificando ⎯y modificará todavía más⎯ los usos y las manifestaciones tradicionales de la cultura escrita. Como núcleo de la misma, el libro y la biblioteca están experimentando cambios importantes y acelerados para adaptarse tanto a los nuevos soportes verbales (ordenadores, bases de datos, cd, redes virtuales, etc.) como a las cambiantes necesidades de los usuarios. En este contexto deben situarse algunas de las propuestas más novedosas en el ámbito de la enseñanza de lenguas, tales como los centros de autoaprendizaje de idiomas extranjeros (self-acess center; ver Bosch, 1996) o los centros universitarios y preuniversitarios de redacción (writing center; ver Kinkead y Harris, 1993, o Quintana, 1998). 

En la misma línea creemos que debe situarse una concepción moderna de la biblioteca popular no especializada. Ésta debe dejar de ser un simple y pasivo almacén de productos impresos para convertirse paulatinamente en un centro de animación de las prácticas culturales escritas. Además de poder desarrollar las funciones tradicionales de lectura, préstamo de libros, consulta de manuales, etc. el usuario del centro bibliotecario tendría que poder utilizar los sistemas informáticos de búsqueda de datos, acceder a las redes virtuales, ver y escuchar documentos audiovisuales, participar en actividades de lectura y comentario organizadas por el centro, o en pequeñas sesiones de formación en el uso de aquellas tecnologías, o disponer de asesores para desarrollar tareas relacionadas con las prácticas escritas e incrementar sus habilidades de procesamiento escrito. CONTINUAR LEYENDO

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