Es obvio que, entre otros factores, el reciente desarrollo de las tecnologías de la información
está modificando ⎯y modificará todavía más⎯ los usos y las manifestaciones tradicionales
de la cultura escrita. Como núcleo de la misma, el libro y la biblioteca están experimentando
cambios importantes y acelerados para adaptarse tanto a los nuevos soportes verbales
(ordenadores, bases de datos, cd, redes virtuales, etc.) como a las cambiantes necesidades de
los usuarios. En este contexto deben situarse algunas de las propuestas más novedosas en el
ámbito de la enseñanza de lenguas, tales como los centros de autoaprendizaje de idiomas
extranjeros (self-acess center; ver Bosch, 1996) o los centros universitarios y preuniversitarios
de redacción (writing center; ver Kinkead y Harris, 1993, o Quintana, 1998).
En la misma línea creemos que debe situarse una concepción moderna de la biblioteca
popular no especializada. Ésta debe dejar de ser un simple y pasivo almacén de productos
impresos para convertirse paulatinamente en un centro de animación de las prácticas
culturales escritas. Además de poder desarrollar las funciones tradicionales de lectura,
préstamo de libros, consulta de manuales, etc. el usuario del centro bibliotecario tendría que
poder utilizar los sistemas informáticos de búsqueda de datos, acceder a las redes virtuales,
ver y escuchar documentos audiovisuales, participar en actividades de lectura y comentario
organizadas por el centro, o en pequeñas sesiones de formación en el uso de aquellas
tecnologías, o disponer de asesores para desarrollar tareas relacionadas con las prácticas
escritas e incrementar sus habilidades de procesamiento escrito. CONTINUAR LEYENDO
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