– Muchos de los personajes de sus libros son artistas, y casi todos, tarde o temprano, se enfrentan con un problema crucial: cómo el arte puede intervenir en la vida.
– Creo que lo que me interesa es la imaginación humana: cómo la imaginación crea –literalmente– el mundo. El mundo sólo cobra sentido cuando lo interpretamos, y quizá nadie trabaje tanto como los artistas para interpretarlo, entenderlo y experimentarlo en toda su complejidad. Hará unos diez años encontré una vieja libreta de notas. La había olvidado por completo y de golpe ahí estaba, y la abrí y descubrí dos frases que había escrito a los 19, 20 años: “El mundo está en mi cabeza. Mi cuerpo está en el mundo”. Hoy sigo pensando que así es como vivimos nuestras vidas. Nuestro cuerpo va por el mundo a la deriva, flotando en algo grande, mucho más grande que él, y al mismo tiempo todos estamos aislados, encerrados en nosotros mismos, viviendo una vida puramente interna. Creo que en gran medida escribo sobre eso, sobre esa separación entre el adentro y el afuera, y sobre cómo la gente enfrenta o evita el abismo que hay en el medio. Hay ciertas experiencias que logran acercarlos bastante. No quiero ponerme sentimental, pero creo que el amor es una de ellas. En el amor estamos a la vez adentro y afuera de nosotros mismos; vivimos para y por otra persona, y algo nos empuja a formar parte de lo que nos rodea. Pero comprometerse profundamente con una idea o una causa puede producir el mismo efecto.
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