
El libro, ese remedio soberano
Desde los atentados del 13 de noviembre, los franceses salen menos. Los comercios lo sufren, incluidas las librerías. Según el instituto de estudios GfK, el mercado del libro conoció de inmediato una baja sensible. En el mes de noviembre, la cantidad de libros vendidos y las ganancias del sector bajaron así el 6%.
Sin embargo, los libreros plantean para el período un cuadro más matizado; la frecuentación, efectivamente, ha disminuido, pero las ventas crecieron para los libros sobre el Islam, el Medio Oriente y la radicalización. En las librerías de París, pero también en Coiffard, de Nantes, en Mollat, de Burdeos, o incluso en Square, de Grenoble, se venden muchos ejemplares de la última obra de Jean-Pierre Filiu, Les Arabes, leur destin et le notre (La Découverte, 2015). "Como después del 7 de enero, dicen los libreros interrogados, los lectores piden principalmente Le Piege Daech, de Pierre-Jean Luizard (La Découverte, 2015), así como los trabajos de Gilles Kepel, el politólogo especialista en el Islam, o los de la antropóloga Dounia Bouzar".
En Divan, una librería del distrito 15 de Paris, Philippe Touron cuenta el día posterior a los atentados: "La gente estaba aturdida. Las personas querían hablar, en un espacio donde sabían que iban a encontrar la posibilidad de reflexión". Un entusiasmo ligado, según Touron, al "valor-refugio" que constituye el libro, pero también al espacio de la librería, un lugar al que "se entra, se recorre, en el que se discute, rodeado de objetos que, para nosotros, crean sentido".
¿Por qué volverse hacia los libros? ¿Tal vez porque la lectura nos ayuda con nuestras tristezas, nuestros traumatismos, individuales y colectivos? Michele Petit, antropóloga especializada en la lectura, recuerda, en su obra L'Art de lire, ou comment résister a l'adversité (Belin, 2007) que las librerías neoyorkinas tuvieron un pico de frecuentación después del 11 de septiembre de 2001. Invitada a comentar "el regreso a los libros" comprobado en Francia después de los atentados de enero, Michele Petit precisa: "La lectura no puede salvar" a los muy traumatizados, pero puede contribuir a su reconstrucción. "La idea de que hay que leer para 'reconstruirse' es demasiado esquemática. Por otra parte, reconstruirse quiere decir volver al estado precedente, al anterior a la herida, mientras que la lectura es una construcción en sí misma, una actividad transformadora".
Fuente. Club de Traductores Literarios de Buenos Aires
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