sábado, 12 de diciembre de 2015

El hombre que amaba al prójimo. Un cuento de Virginia Woolf

Aquella tarde, mientras pasaba ligero por Deans Yard, Prickett Ellis se cruzó con Richard Dalloway, o mejor dicho, en el momento de cruzarse, la disimulada mirada que cada uno de ellos lanzó al otro, bajo el ala del sombrero, por encima del hombro, se ensanchó y estalló en una expresión de recíproco reconocimiento; no se habían visto en veinte años. Habían ido a la misma escuela. ¿Y a qué se dedicaba ahora Ellis? ¿Abogacía? Sí, claro, claro..., había leído todo lo referente al caso en los periódicos. Pero allí no se podía hablar realmente. ¿Por qué no iba a su casa aquella noche? (Vivían donde siempre, ahí, al doblar la esquina.) Habría un par de invitados más. Quizá fuera Joynson. «Bueno, no sabes cuánto me ha alegrado verte», dijo Richard.

«Estupendo. Hasta esta noche pues», dijo Richard, y siguió su camino «muy contento» (lo cual era verdad) de haber visto a aquel tipo raro que no había cambiado ni tanto así desde los tiempos en que iban a la escuela —era el mismo muchacho desaliñado y menudo, rebosando prejuicios hasta por las orejas, pero insólitamente brillante, ganó el Newcastle. Pues sí... y siguió su camino. CONTINUAR LEYENDO

2 comentarios:

  1. Esta tarde, en el IES Batalla de Clavijo de Logroño tertuliaremos con este cuento de Virginia Woolf. Nuestro club lee sobre todo relato corto de autores clásicos. En él hemos vuelto a retomar los clásicos que en algunos casos quedaron allá en el Bachillerato. Somos variados, dedicados a distintas tareas, trabajos, tal vez alguno poco lector, pero el compartir la lectura nos la enriquece. Alguno nos ha reñido porque "¡cómo se os ocurre leer esto! si no tenéis recorrido lector2. Pues fíjate lo hemos leído, comentado, dialogado y disfrutado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me parece genial lo que habéis hecho y a lo que espero que deis continuidad por aquello que comentas del disfrute. A veces piensos que esos reñidores como los que me comentas son personas que no han llegado a entender lo que es la literatura. Porque la razón más importante para leer es el placer, el disfrute de la lectura. Y otra cosa fundamental en la lectura es tener la libertad para elegir el texto que me apetezca leer. Y si otra vez os vuelven a reñir, aquí va un párrafo de una conferencia de Julio Cortázar acerca de "El sentimiento de lo fantástico" que podéis encontrar en el blog:
      "Ahora bien, si de ahí, ya en una forma un poco más concreta, nos pasamos a la literatura, yo creo que ustedes están en general de acuerdo que el cuento, como género literario, es un poco la casa, la habitación de lo fantástico. Hay novelas con elementos fantásticos, pero son siempre un tanto subsidiarios, el cuento en cambio, como un fenómeno bastante inexplicable, en todo caso para mí, le ofrece una casa a lo fantástico; lo fantástico encuentra la posibilidad de instalarse en un cuento y eso quedó demostrado para siempre en la obra de un hombre que es el creador del cuento moderno y que se llamó Edgar Allan Poe. A partir del día en que Poe escribió la serie genial de su cuento fantástico, esa casa de lo fantástico, que es el cuento, se multiplicó en las literaturas de todo el mundo y además sucedió una cosa muy curiosa y es que América Latina, que no parecía particularmente preparada para el cuento fantástico, ha resultado ser una de las zonas culturales del planeta, donde el cuento fantástico ha alcanzado sus exponentes, algunos de sus exponentes más altos. Piensen, los que se preocupan en especial de literatura, piensen en el panorama de un país como Francia, Italia o España, el cuento fantástico no existe o existe muy poco y no interesa, ni a autores, ni a lectores; mientras que, en América Latina, sobre todo en algunos países del cono sur: en el Uruguay , en la Argentina... ha habido esa presencia de lo fantástico que los escritores han traducido a través del cuento. Cómo es posible que en un plazo de treinta años el Uruguay y la Argentina hayan dado tres de los mayores cuentistas de literatura fantástica de la literatura moderna. Estoy naturalmente citando a Horacio Quiroga, a Jorge Luis Borges y al uruguayo Felisberto Hernández, todavía, injustamente, mucho menos conocido."

      Eliminar