[...] Me consta que, en mi caso, inquietaron de entrada ideas como la de la mujer gris que va lagañosamente a la iglesia todas las mañanas, en "El monigote de carbón". O el hecho de expresar que una niña roza con el vértice de las piernas la torre que armó con cubos, para saltar por sobre ella, en el cuento "La torre de cubos". O la descripción de la realidad de otra niña que duerme en la cocina y hace tareas en su casa mientras los padres salen a trabajar en "El pueblo dibujado".
Eran ideas incómodas para los medios educativos y la iglesia. Sin embargo no eran esos los argumentos que luego se esgrimirían para la prohibición. La doble moral de siempre impulsó las argumentaciones por caminos más generales y casi surrealistas. Les fue útil "La planta de Bartolo" y su conflicto ancestral entre los que tienen y los que no tienen. Es quizás lo más visible, pero no fue el único detonante de una prohibición que venía pautada de antes por mentes "civiles" que trabajaban en educación y en cultura, que denunciaron y construyeron los argumentos para el decreto final, de orden nacional. Porque hubo muchos decretos por provincias, ciudades o regiones.
La prohibición empezó en Santa Fe, en 1976, y estuvo un tiempo sotto voce; siguió en Mendoza, luego en provincia de Buenos Aires y otras, hasta que se "nacionalizó" en 1979.
Creo que incomodaba sobremanera (y sigue incomodando en algunos medios) que los chicos vieran claro, que tuvieran como deseo cambiar su realidad y, por lo tanto, esperasen que el adulto también cambiara.
Todo eso es historia antigua pero hubo que soportarlo y saber, que "ese libro" no debía leerse, y que la seguridad personal y familiar estaban en riesgo por este hecho. Y que trastabillaban las fuentes de trabajo. Ya sabemos cómo fueron las cosas luego. Ante la magnitud de lo que nos pasó, esto es sólo una anécdota. Rescato con emoción cívica la solidaridad de la que fui acreedora, en el trabajo, en el medio educativo, entre los amigos, algunos colegas y la familia. Ni qué decir de los lectores y divulgadores de hojitas que a veces, todavía, me traen de los lugares más insólitos, con el relato de las trampas realizadas para poder leer los cuentos, anónimos en ese entonces. (Laura Devetach)
Extracto de un artículo publicado en la Revista Imaginaria sobre este libro y su autora en el que también aparece el "Decreto de prohibición"
No hay comentarios:
Publicar un comentario