La semana pasada asistí a una tertulia que celebraba un grupo de 5º de Primaria junto con sus familias. El texto elegido fue el del "Niño bueno" de Mark Twain. Este texto, junto con el del "Niño malo" fue escrito por su autor para ridiculizar la literatura (?) infantil de la época llena de moralina y de consignas políticamente correctas que pretendían la sumisión de los niños y las niñas a sus mayores; en una palabra, su domesticación. Intención esta que está en las antípodas de la literatura.
Siguiendo a Marcela Carranza, Jacob Blivens (el protagonista del "niño bueno") era un niño "horriblemente bueno", y un fervoroso lector de todos los libros de la escuela dominical. Allí estaba la clave de su extraño comportamiento. Jacob creía y confiaba en todos aquellos niños-modelo de los libros, quería fervientemente ser uno de ellos, y formar parte de alguna de aquellas historias. El único inconveniente era que a Jacob las cosas nunca le salían como en los libros. Su obstinación en imitar a los niños buenos de los cuentos, le significó toda clase de vejaciones y accidentes. Finalmente murió despedazado por una explosión. Su cuerpo quedó distribuido en cuatro pueblos cercanos.
Al empezar y al hablar de lo que les había parecido el texto, las familias lo criticaron con rotundidad, algo que no me sorprendió porque el texto ridiculiza al niño bueno y eso es visto como algo negativo, como un mal ejemplo para sus hijos e hijas. También algunos alumnos lo criticaron con el mismo espíritu, pero centrándose en cosas más concretas. Incluso hubo quien dijo que le había parecido aburrido.
Una vez que pasamos a los párrafos la tertulia estuvo, como supondréis, de lo más animada, porque entre otras cosas, las familias nos miraban a la profesora y a mí como a los responsables de la elección de aquel texto tan poco edificante. Como es natural, los comentarios de los primeros párrafos leídos estuvieron teñidos de este espíritu. Aunque recuerdo como anécdota, que una alumna, al comentar el párrafo que habla de la mentira, contó que en su casa, su padre le anima a que no diga mentiras, pero que, sin embargo ella se da cuenta de que él las dice. Poco a poco fuimos reflexionando y dándonos cuenta de que aquel cuento nos ayudaba a reflexionar sobre lo que era realmente la bondad. Vimos que la bondad era algo que más que obedecer y no decir mentiras; que la bondad exigía coherencia en nuestra conducta; y que la bondad iba muy unida a la defensa de los derechos humanos. En esto, hubo una madre que escogió el párrafo que decía: "Jacob sabía que ser de buena conducta era malo para la salud", y lo presentó como la prueba definitiva de lo inadecuado del texto. Claro que reflexionando, nos dimos cuenta de que en, por ejemplo, las dictaduras, defender los derechos humanos puede suponer la cárcel o la muerte. Algo que también puede suceder en menor grado en contextos más próximos cuando denunciamos o hacemos frente, por ejemplo, a una agresión. Lo que, evidentemente, no es bueno para la salud.
Al finalizar la tertulia y por los comentarios del alumnado y de sus familias, me pareció que las posturas iniciales se habían suavizado y que habían dado paso, si no a un cambio de criterio, sí por lo menos a una reflexión acerca de la amplitud de significados de los que podía ser portador el cuento. Recuerdo que al finalizar comentaba con una madre en plan amigable que si además del "niño bueno" hubiésemos leído el del "niño malo", hubiese sucedido una catástrofe. Y como lo llevaba conmigo se lo entregué para que lo leyera. Ahí quedó la cosa. Días más tarde, la profesora me escribía diciendo que una madre le había comentado que si en otra tertulia el texto elegido sería el del "niño malo", ese día su hijo no iría al colegio. ¡Qué grandes y maravillosas son las tertulias!
No hay comentarios:
Publicar un comentario