Para que el espacio sea representable y habitable, para que podamos inscribirnos en él, debe contar historias, tener todo un espesor simbólico, imaginario, legendario. Sin relatos –aunque más no sea una mitología familiar, algunos recuerdos–, el mundo permanecería allí, indiferenciado, no nos sería de ninguna ayuda para habitar los lugares en los que vivimos y construir nuestra morada interior”, resume la antropóloga francesa Michèle Petit, que desde hace 20 años estudia la relación de las personas con la lectura, los libros y las artes, en su ensayo Leer el mundo (Fondo de Cultura Económica), que presentó recientemente en la Feria del Libro y en el que reconoce la influencia directa de las argentinas Graciela Montes y Mirta Colángelo.
Para Petit acercar narraciones, rimas y canciones permite organizar la experiencia humana, originalmente caótica. De allí, la perpetua necesidad de relatos y ficciones que contrarresten la fragmentación de la lengua cotidiana y construyan un todo ordenado e inspirador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario