Roald Dahl dijo alguna vez: «Estoy convencido de que la mayoría de los adultos han olvidado por completo cómo se siente ser un niño de entre cinco y diez años. Yo puedo recordar exactamente cómo era. Estoy seguro de ello». Hoy el autor cumpliría 100 años y seguramente aún podría recordar lo que sentía cuando era niño.
A veces yo también creo que puedo recordar lo que sentía y pensaba a esa edad, y es justamente eso lo que me da la certeza de que Roald Dahl tenía presentes esas sensaciones que atraviesan la infancia. Sus personajes son auténticos porque detrás de ellos podemos encontrar innumerables emociones: ellos sienten, tienen tristezas o soledades, buscan ser amigos de alguien o ser queridos por quienes los rodean, a veces pueden creer que sus abuelas son repugnantes y malvadas (La maravillosa medicina de Jorge, 1981) o las aman porque son la única familia que tienen (Las brujas, 1983). Pero todos tienen cualidades que los hacen absolutamente reales.
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