Un problema conyugal de la señora Allen - otro caso más de alienación en la gran urbe
Aquel fue un año de locos, un año en que las cosas que debían haber ocurrido a su debido tiempo, salieron de cualquier manera. Fue un año en que la nieve cayó copiosa y duradera en pleno abril, y los periódicos sensacionalistas publicaron fotos de chicas vestidas con pantalones cortos tomando baños de sol en Central Park en pleno enero. Fue un año en que, pese a la gran prosperidad reinante en la nación más rica, no podías andar cinco manzanas sin que los mendigos te pidieran limosna; en que no era infrecuente ver mujeres llamativas, de paso vacilante, vestidas con trajes caros, exhibirse en lugares públicos; en que los mostradores de las farmacias rebosaban de pastillas para tranquilizarte y de pastillas para animarte.
Fue un año en que muchas esposas, colocadas en los altares, apenas unos centímetros por debajo de los santos, árbitros de la etiqueta, veneradas anfitrionas, arquitectas de menús memorables, de golpe y porrazo, preparaban la bolsa de viaje y el joyero y huían a México en compañía de jóvenes ambiguos dedicados al arte; en que los maridos que habían regresado a casa todas las noches no sólo a la misma hora, sino en el mismo minuto de la misma hora, regresaban a casa una noche más, decían unas cuantas palabras y luego salían por la puerta que no volverían a cruzar jamás.
Si Guy Allen hubiese dejado a su mujer en otra época, ella habría conseguido mantener el perdurable interés de sus amistades. Pero en aquel año de locura fueron tantos los pecios matrimoniales varados en la playa de Norman’s Woe, que las amigas ya estaban demasiado familiarizadas con las historias de naufragios. Al principio acudieron a su lado y, duchas en esas lides, hicieron lo posible por curarle la herida. Chasqueaban la lengua en señal de pena y sacudían la cabeza para manifestar su asombro; diagnosticaban que el de Guy Allen era un caso de demencia; hacían virulentas generalizaciones sobre los hombres, considerados como tribu; le aseguraban a Maida Allen que ninguna mujer habría sido capaz de hacer más por un hombre ni haber significado más; le estrechaban la mano y le prometían: »Volverá. ¡Ya verás cómo vuelve!« CONTINUAR LEYENDO
Este cuento es una punzante crítica a la sociedad urbana moderna, y en especial al desgaste de los matrimonios en la sociedad de consumo. Dorothy Parker fue una escritora norteamericana de comienzos del siglo XX de gran éxito. Ella escribió crítica de arte, poesía y cuentos, siendo esta última especilidad donde más descolló y se hizo famosa en todo Estados Unidos con sus 7 volúmenes de cuentos publicados.El estilo de Dorothy Parker fue muy celebrado en su época por la mezcla de humor e ironía que exhalan sus cuentos. Parker presenta a sus personajes citadinos, con su ojo observador que enfoca a las situaciones críticas, como en el caso de la esposa abandonada, Maida Allen, cuyo único tema de conversación es la diatriba al lejano marido, que se había convertido en una obsesión en ella pues no perdía la esperanza de su regreso.Cuando Maida consigue a una consejera del comportamiento humano, ella cree tener la solución, pero la cuestión no es tan simple sino que es más profunda de lo que ella creia, y su reacción es la misma de siempre. Dorothy Parker fue merecedora en 1929 del premio O'Henry por uno de sus cuentos.
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