Empezamos la tertulia con esta fotografía de Dorothea Lange titulada: “Madre migrante”(1936). La mujer que aparece en la fotografía es una mujer de Olkahoma, desplazada por la sequía que en 1936 se produjo en los estados del Suroeste de Estados Unidos.
En este caso, sin dar ningún dato, tan solo que aquella imagen era real, fuimos desgranando todo lo que nos sugería: preocupación, tristeza, huida, desesperanza, vergüenza, pobreza... Fueron ideas que se se desgranaron poco a poco. Luego, aparecieron las posibles historias de lo que había sucedido. Así que lo que hicimos fue quedar en que cada uno imaginara y escribiera la historia de esa mujer: lo que le podía haber sucedido, lo que sentía, etc.
Después pasamos a comentar un cuadro de George Dunlop Leslie. (1835- 1921) junto con un poema de Rubén Darío.
El libro es fuerza, es valor
es poder, es alimento;
antorcha del pensamiento
y manantial del amor.
También en este caso la riqueza de comentarios fue extraordinaria, tanto acerca de la poesía, como del cuadro. Recuerdo algunos que indicaban que también el perro estaba leyendo. Por lo fuimos a conocer el programa Perros y letras para mejorar la lectura. Se quedaron con la boca abierta
Finalmente trabajamos con un cuadro, Mari Tere, del pintor vasco Valentín Zubiaurre (1879- 1969), acompañado de la poesía de Gioconda Belli titulada: Desafío a la vejez.
También en este caso la participación fue muy importante. En primer lugar leímos la poesía en voz baja y luego, poco a poco, la fuimos desgranando y fundiéndola con el cuadro de Zubiaurre. Salieron muchas cosas sobre los abuelos y las abuelas, sobre la vejez, sobre la vida... Ahora bien, lo que nos sorprendió, a su profesora y a mí, fue lo bien que captaron el sentido del poema, es decir, que a pesar de la edad no hay que perder la ilusión por vivir.
Y así se nos fue, como volando, la hora de tertulia.
Cuando yo llegue a vieja
-si es que llego-
y me mire al espejo
y me cuente las arrugas
como una delicada orografía
de distendida piel.
Cuando pueda contar las marcas
que han dejado las lágrimas
y las preocupaciones,
y ya mi cuerpo responda despacio
a mis deseos,
cuando vea mi vida envuelta
en venas azules,
en profundas ojeras,
y suelte blanca mi cabellera
para dormirme temprano
-como corresponde-
cuando vengan mis nietos
a sentarse sobre mis rodillas
enmohecidas por el paso de muchos inviernos,
sé que todavía mi corazón
estará -rebelde- tictaqueando
y las dudas y los anchos horizontes
también saludarán
mis mañanas.
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